LA ESCUADRA
Ya nos codeamos con los de arriba… ya estamos ahí. Por fin toca sonreír, pero si no lo digo reviento, por muchos palos que me caigan: mucha parte de culpa la tiene Adrián Embarba. No voy a entrar a valorar temas extradeportivos, supongo que los que le odian y le pitan haga lo que haga sobre el césped tendrán sus motivos (que si gestos a la grada en el pasado, que si no siente la franja…) pero lo cierto es que el extremo de 25 años está dejando claro que es uno de los jugadores de la Liga 1/2/3 que más en forma está.
Cierto es que quizá estuvo mal aconsejado en su día, o que una disculpa a tiempo hubiese estado bien, pero parece que poco a poco ha dejado todo atrás y se ha centrado en llevar a la franja a un punto del líder en la clasificación, cuando otros se hubiesen arrugado tomando la decisión fácil: marcharse por la puerta de atrás aceptando una de las ofertas que tenía encima de la mesa.
Cuatro goles, tres asistencias y varias caderas rotas, ese es el bagaje de una de las mejores temporadas de Embarba, si no la mejor, desde que debutó con el primer equipo hace ya cinco temporadas. He de reconocer que siempre he sido muy de Adri, incluso en esos partidos en los que desaparecía en ataque, pero no dejaba de correr y dejarse el alma sobre el verde. Es un jugador que aporta mucho más que desborde y gol arriba, con una media de 4,7 balones robados por partido (que para un atacante no está nada mal).
Con la jornada 10 finalizada, ya ha marcado más de la mitad de goles que el año pasado (fueron 7) y es un fijo en las alineaciones de Míchel en el extremo izquierdo (como lo fue para Baraja y Sandoval). Junto a Óscar Trejo y Raúl de Tomás forman la temida ETT, y de ellos depende que este Rayo pueda revivir tiempos mejores el año que viene codeándose con la élite del fútbol español.
Por cierto, Embarba termina contrato este verano, ahí lo dejo. Sería hora de empezar a pensar en su renovación porque, sinceramente, no veo ahora mismo nadie mejor que él para ocupar el extremo derecho de este Rayo Vallecano. Es hora de premiar a quien se lo trabaja sobre el campo, a quien se deja la piel en el verde domingo tras domingo, no a quien vive del cuento y de nuestra paciencia.