Hablaba en mi crónica del Rayo Vallecano B 3 – Alcorcón B 3 de un partido que resultó ser una cuestión de fe. De la que tuvo Iván Bueno en el fallo de Cristian y Paisa en el 1-0. O en la que atesoró el filial alfarero para darle la vuelta al luminoso antes de enfilar los vestuarios en busca de refrigerios y charlas motivadoras. También la que se estableció en la cabeza de Clavería en el 3-3. Fe. Esa creencia que no necesita de confirmación o aspectos racionales para instalarse en la persona.
Desligando todo lo religioso y espiritual que conlleva tan escueta palabra, la temporada que, momentáneamente, está realizando el Rayo Vallecano B, se está declinando hacia ella. Porque los números, también por el momento, seducen a la discreción. Once puntos en otras tantas jornadas en las que sólo se ha sumado de tres en tres en dos de ellas y que instalan al conjunto de Diego Merino al borde del precipicio.
Hace apenas seis meses, las redes sociales se aglutinaban de mensajes de felicitación y júbilo ante un doblete histórico en la máxima categoría juvenil. Sí, esa que no tiene nada que ver con la Tercera División. En el Alfonso Murube estuvieron presente Clavería, Kike, Juancho, Shafa, Aki o Nico Cañizares. Jugadores que, a su calidad y futuro, hoy se le suma un atisbo de experiencia. Y esa se gana gracias al paso por el fango de Vereda de Ganapanes, del Román Valero o del Canódromo.
Vuelvo a incidir en que, hasta el momento, las estadísticas no invitan a ser devotos y creer en logros meritorios por parte del Rayo Vallecano B. Mas pocos creían en Javi Ruiz ante Molina en aquel minuto 95.Ni, a estas mismas alturas si nos retrotraemos un año, también eran pocos los que apostaban a que Clavería acabase gritando al cielo sosteniendo Liga y Copa del Rey en sus rabiosas manos. Es una cuestión de fe. Y yo sí creo.
Diego Gómez (@DiegoGomezHdez)