Se hizo raro, muy raro, ver el desfile de los jugadores por los vestuarios de la Ciudad Deportiva antes del inicio del Rayo Vallecano B – Alcobendas Sport del pasado domingo y ver a Sergio Parla vestido completamente de azul. Sin franja. Sin rayo que lo atravesara. Mirando a cada lado, como si la rareza se hubiera apoderado de sus ojos, y ver su sonrisa, fruto de una mezcla de complacencia y melancolía, en su paso ante los Mario, Álex Campos, Clavería o Juancho.
Pero si quitamos la etiqueta de la camiseta de la mirada y se analiza el choque en un sentido estrictamente futbolístico, fue en eso en lo único donde se podía instalar la anomalía en el espigado central del Alcobendas Sport. En cuanto se escuchó el silbato, la anticipación, los saltos y la salida de balón fueron las mismas a las que acostumbró a la parroquia de Vallecas la pasada temporada. Por algo fue el jugador más utilizado del Rayo B en la categoría de bronce del fútbol español, tanto por Mariano Madrid primero como por Juanvi Peinado después.
Escribo esto porque, en la semana previa al choque y en estos tres días posteriores al mismo, me ha venido a la mente declaraciones de los actores protagonistas que, durante los años que servidor lleva viajando por los campos más modestos de nuestro fútbol, se referían a los vestuarios y a aquellos grandes compañeros que tuvieron a su lado durante algún tiempo. Todas ellas en la misma dirección, tipo “un buen vestuario es sinónimo de éxito”. “Sin buen ambiente es imposible trabajar al 100%” o “los grandes vestuarios siempre se anteponen a los momentos más jodidos”, para hacerme ver algo que no pude comprobar hasta la pasada campaña. Una plantilla, la del pasado curso, donde el ex central rayista era uno de los hombres más queridos.
Sí, cierto, no se consiguió el objetivo de mantener la Segunda División B. Pero puedo dar fe que si durante la pasada estación no hubiera brillado la camaradería en ese grupo, jamás se hubiese llegado a la última jornada con opciones de amarrar los cinturones salvavidas. Ni se podría hablar de una mejor racha justo después de un cambio de entrenador.
Hace poco pudimos ver un vídeo deambulando por las redes sociales donde se observaba precisamente eso: lo risueño de un vestuario que tiene ganas de lograr un objetivo en una doble vertiente: primero, demostrar que las miras en torno a ellos no son descabelladas y, segundo, hacer justicia. Honrar la memoria de los que siguen y los que ya no están para intentar devolver al Rayo B al lugar que ocupó hace menos de un año. Conjura que seguramente estará por encima de lo rudo de la competición y presupuesto bronceados. Y es que, lo dicen sus propios protagonistas: el vestuario es sagrado.
Diego Gómez (@DiegoGomezHdez)