Hundidos. Desolados. Así nos marchábamos de Anoeta. El Rayo cosechó una inesperada derrota con un desenlace final de Liga que nadie podía imaginar cuando poníamos rumbo a Donosti desde Vallecas. Acostumbrados al caviar de la salvación de los últimos años, el Rayo volvió a su realidad: a la que muchos siempre nos han intentando hacer ver. Ni mucho menos el equipo ya está descendido, pero es cierto que está en una situación límite. Un palo y una situación que a algunos nos ha abierto los ojos. Unos ojos con los que no mirábamos antes al Rayo: los ojos de un enamorado.
No sé cuando te presentaron a tu Rayo. Si fueron tus padres, si fue un amigo o un familiar cercano. O simplemente la franja se cruzó en tu camino. Y es que el Rayo es aquella amiga que te hace “tilín” al principio, que sabes que tiene algo especial. Tiene ese estadio que te envuelve y que te traslada a un lugar único; lo que hace que cada día te apetezca verla más. Tú no te das ni cuenta, es un proceso innato.
Y es que al principio todos son buenos ratos. Tomar algo con los amigos, salir al cine, celebrar victorias… Tu no valoras el tiempo que pasas con ella. Esos cinco años en la máxima categoría te hacen sentir cómodo, como en Unión Rayo decimos: en tu zona de confort. El Rayo está en Primera y lo ves como algo normal. Lo vives al máximo, pero quizá no lo valoras.
No sabes realmente lo que sientes por tu Rayo hasta que aparece ese palo, esa hostia tremenda donde el corazón te empieza a doler y cuando comienzas a cerrar y abrir los ojos mil veces en busca de que se termine esa pesadilla. Esa hostia en Donosti, cuando ella se lía con tu mejor amigo, cuando ella cambia de ciudad; cuando tu zona de confort se rompe y te coloca en una situación límite. Ahí viene el peor momento, cuando regresas a casa; en tu coche, en el metro o en un autobús y empiezas a escuchar a tu corazón prácticamente roto.
Muchos de vosotros no habréis tenido esas sensaciones en Anoeta. Pero seguramente, en vuestros comienzos con la franja supisteis lo que amabais a la franja con aquel descenso a Segunda, aquel no ascenso en Eibar, aquella promoción con el Compos en Oviedo, aquellos, etc.. Sí, en un Tamudazo se sufre, se llora; pero como en las derrotas, no hay ni habrá forma más clara de saber cuánto amas al Rayo.
Javier Boned (@jboned)