El estado de solidez mental y de confianza por el que atraviesa el Rayo Vallecano es de campeón. Los de Vallecas ganaron al Tenerife con la dulzura propia que te genera la inercia de la victoria, que te hace ganar como si fuera lo lógico, lo normal. A lo campeón.
El gol va a llegar
El Rayo Vallecano de Míchel tiene asimilados los mecanismos, están todos enchufados, sabe a lo que juega y lo que quiere. Los futbolistas lo plasman sobre el césped y la grada lo sabe. Sabe que va a llegar el gol, sabe que juega un equipo campeón. Ahora bien, esa soberbia que planeó por Vallecas ante el Tenerife me deja algo dubitativo. Por momentos, palpé una grada sosegada, y no me gustó sentir esa vanidad, sabedores de que esta temporada tenemos al equipo campeón, intuyendo que el gol va a llegar en cualquier momento. Esto es Vallecas, y aquí hay que animar.
Son conscientes de que, en Primera, la situación va a ser diametralmente opuesta. En el Olimpo no vamos a ganar tanto y vamos a sufrir como el que más. ¿Se han parado a pensar lo cómodo que se vive en Segunda teniendo esta inercia de campeón? Pero eso será otro tema que abordaremos en junio.
Acabó el mes de abril, y como decíamos, era trascendental para saber dónde iba a estar peleando el Rayo Vallecano. El equipo sale invicto con un empate y cuatro victorias consecutivas que le aúpan al liderato.
Ante el Tenerife, vimos como Alberto García salvó los muebles en varias ocasiones, a pesar de jugar el partido con el tobillo dolorido. Trejo se vistió de Oliver Aton, desplegó magia por el centro del campo. Embarba volvió a ponerse los galones y recuperar su mejor versión. Y en punta, el killer, Raúl de Tomás, con el gol tatuado en la frente volvió a ver portería.
Quedan solo cinco jornadas y el sueño del ascenso está cada vez más cerca. El sueño de volver a la élite depende, única y exclusivamente, del propio equipo. Soñar despiertos.