EL TERCER TIEMPO
La noticia de la no continuidad de Antonio Amaya en el Rayo Vallecano nos ha sacudido esta mañana con dosis de estupor, como esa mezcla de lo esperado y lo tirrioso, lo que sabíamos que iba a pasar y lo que no deseáramos que sucediese, lo que representa el capitán, y lo que promulga el club. Amaya no jugará más en el equipo de su vida.
Gracias Antonio
Has defendido la franja como pocos, has paseado el nombre del Rayo Vallecano por todas las categorías, incluyendo Segunda B, donde sacaste adelante el orgullo de un barrio para devolverlo al fútbol profesional. En Segunda y en Primera, has comandado los mandos del timón de tu Rayo, tu equipo. Eres Vallekano, y toda la afición ve en ti uno de los suyos, uno de los nuestros. Sabíamos que estando tú en el vestuario, las cosas eran un poco más sencillas y cercanas.
Tras 11 temporadas en el equipo de Vallecas en distintas etapas, en las que has anotado 10 goles, te despides de la afición franjirroja. Cuelgas las botas siendo el octavo jugador con más partidos disputados en la Historia del Rayo Vallecano (254). Te aseguro, que desde la grada apostábamos por tu continuidad. Porque sabemos que tener un rayista en ese vestuario hace que la gestión y la adaptación a la Primera División sea más fácil, porque te conocemos, porque sabemos que eres uno de los nuestros.
Decisión esperada, pero no correcta
La afición se olía que está decisión iba a ser tomada. Es verdad que deportivamente hablando, la máxima categoría del fútbol español podía ser muy exigente para Antonio Amaya, y podríamos llegar a comprender que no renovarle podría ser la decisión esperada. Ahora bien, considero que no es lo correcto, pienso que una temporada en la élite, a modo de despedida, de dejar al vestuario unido, de hacer que el equipo cabalgue de nuevo con garantías en Primera, habría sido acertado. ¿No podría haber encajado Amaya como cuarto central?, ¿O quinto, si me apuras? Creo que sí, y creo que se lo merecía.
Además, el propio jugador se despidió de la afición a través de las redes sociales, dejando clara su postura de dolor, de rabia y de incomprensión, sin tener claro por qué el club no había anunciado ya la decisión que parecía tomada hace días.
Sea como fuere, solo quiero darte las gracias Antonio, capitán y amigo, comandante del navío franjirrojo en Segunda B, Segunda y Primera. Siempre serás uno de los nuestros; y tal y como confiesas en tu carta de despedida, voy a hacer mías tus palabras más sinceras: “eternamente agradecidos”, en nuestro caso, de que hayas defendido la franja con honor, valentía, coraje y nobleza.