Había ganas de volver a escuchar ‘la vida pirata’ en Vallecas. Lo que había empezado cómo anecdótico empezó a pasar a obsesivo. Sin duda, ganar en casa está siendo el gran talón de Aquiles del Rayo Vallecano a lo largo del curso.
Mientras mis pasos me llevaban al estadio de Vallecas, mi cabeza iba siendo un conglomerado de recuerdos de aquella última vez que vi a los de Jémez campeonar cómo local. Intentaba sentir cómo si fuera ayer la garganta dejada en el tanto de Alberto Bueno, la ovación de un estadio entero a la desahuciada Carmen, el olor a panceta del descanso, los rostros de felicidad en el pitido final. Quería que esos momentos siguieran brotando en mi memoria, contrariado por la dificultad de ver ganar al Rayo en su feudo.
Aquello fue un 23 de Noviembre de 2014. Una victoria por 1-0 frente al Celta de Vigo que se convertía en la segunda de la temporada cómo local. Ni el mayor de los pesimistas, – ni mi vecina, que ya es decir. Espero que nunca lea esto – podría imaginar que habrían de pasar ochenta y cinco días para ver de nuevo al Rayo Vallecano vencer en su condición de casero. [dropshadowbox align=”left” effect=”raised” width=”250px” height=”70px” background_color=”#d2eae6″ border_width=”1″ border_color=”#dddddd” ] Había ganas de volver a escuchar ‘La Vida Pirata’ en el estadio de Vallecas [/dropshadowbox]
En este tiempo, hemos cambiado de año. Los propósitos de 2015 han pasado a mejor vida. Pau y Marc Gasol eran designados en el quinteto titular del all-star, Cristina Pedroche nos daba las uvas, Podemos sigue poniendo nervioso y Christian Grey hacía recientemente su aparición en la gran pantalla. Porque en tres meses –casi- es un tiempo que puede pasar de todo y puede pasar de nada.
He de reconocer que soy un ‘brasas’. Entiéndase por ‘brasas’ el típico quejica que refunfuñe cuando los resultados tardan en llegar. Por eso, estos ochenta y cinco días han sido una oda de impaciencia y un canto a la resignación. Mi vida ha cambiado poco. Sigo los mismo hábitos y mantengo las mismas rutinas. Sin embargo, todos estos rituales eran interrumpidos en algún momento por una pregunta que no encontraba respuesta exacta. [dropshadowbox align=”left” effect=”raised” width=”250px” height=”70px” background_color=”#d2eae6″ border_width=”1″ border_color=”#dddddd” ] Estos ochenta y cinco días han sido una oda de impaciencia y un canto a la resignación [/dropshadowbox]
Siempre en algún momento del día acababa saliendo la eterna pregunta, pero no podía responder de otra manera que no fuera un simple “ya ganará”. Me quedaba sin defensas, no sabía que argumentar. Mientras, el tiempo seguía pasando y las derrotas se seguían sucediendo. Durante este periodo, cada partido del Rayo cómo local ha seguido un guión similar en mis pensamientos. El día de antes crees que no va a ganar. A medida que se acercaba la hora, pensabas, ¿Y Porque no..?. Cuando empezaba a rodar el balón ya estabas convencido de la victoria, y el silbatazo final, una estocada que me dejaba pasmado.
Por eso, la victoria de ayer frente al Villarreal supone mucho más que tres simples puntos en el casillero. Volver a ver al estadio de Vallecas saltar de alegría es algo sensacional. Cómo sensacional fueron los goles de Bueno y de Kakuta. Horas después del triunfo, sigo manteniendo esa sonrisa de lado que delata al poseedor de la felicidad. Espero no tener que pasar otros ochenta y cinco días para volver a tener esta sensación. Una sensación que seguro que también tiene Wilfred. Allá donde esté, seguro que disfruto de ‘su’ Rayo. Desgraciadamente, él también fue noticia en estos ochenta y cinco días. Próxima estación: Bilbao.
Antonio Morillo (@AMorillo17)