Definitivamente, el Rayo Vallecano 2014/2015 se ha decantado por la idea de tener en ascuas a su hinchada. Nada de medias tintas, olviden las victorias holgadas, no sueñen con goleadas ni paseos militares, a este equipo le pone lo imprevisible.
El capítulo de Almería es una prueba más de que este equipo está hecho para momentos de máxima tensión. Por tanto, querido aficionado, siento decirle que si este curso tenía pensado darle un respiro al corazón, déjele descansar para posteriores citas. He de reconocer que todavía no le he cogido el gusto a este equipo. Quizás por el hecho de dejarme llevar por las altas expectativas, o quizás pueda ser que lo visto en cursos pasados fue un manjar exquisito que se iba derritiendo lentamente en mi paladar futbolístico. La cuestión es que mientras lleno este artículo de “quizás”, el Rayo Vallecano se ha plantado en la decimotercera jornada del campeonato con diecisiete puntos, uno más que en toda la primera vuelta de la temporada pasada.
Porque seamos realistas, el partido de Almería fue de todo menos brillante. Un tránsito entre el querer de un equipo y la búsqueda constante del reconocimiento en su juego de otro. Un toma y daca donde los errores individuales invitaban a degustar ocasiones pasajeras. Unión Rayo tiene la suerte de contar en sus filas con un pitoniso de “alto standing” cómo es Javier Boned. Su similitud con el choque de Granada me hizo llegar a creer que el guión iba a ser similar. El tiempo se consumía a la par que el partido iba aproximándose más y más a un irremediable 0-0. Agradezco tu optimismo, Boned, pero esto no tiene solución, hoy no va a haber milagro en forma de “Manuchazo nazarí.”
Porque en Los Cármenes, el Rayo si dejó pequeños destellos – no muchos- que invitasen al éxtasis, pero lo que se estaba viendo en el estadio Juegos Mediterráneos conducía sin vuelta de hoja a un 0-0 que no dejaba mal sabor de boca. Mis pensamientos iban ordenándose en esa dirección a la espera de que llegase el final del partido. Un punto fuera de casa y quince en el casillero, no está mal.
El momento en el que el remate de Kakuta acaba entrando en la red, hay un sentimiento que me invade por encima del resto. Una pequeña voz interior que me va machacando a medida que voy cantando el gol que no había imaginado. “Eso te pasa por dejar de creer”, me repetía una y otra vez a la par que iba sintiendo una inmensa felicidad por haber vuelto a fallar en mi pronóstico.
El Rayo Vallecano actual tiene un arma de la que adolecía el curso pasado. Un filón que te ayuda a resolver los partidos más inesperados y te invita a creer en el triunfo ante la falta de juego, se llama pegada.
La que demostró Manucho en Granada, la que volvió a mostrarse en Almería. Por mi parte, agradecer a la sociedad Bueno-Kakuta el momento de adrenalina radiofónica y futbolística vivida, y por lo que me toca más cerca, gracias a Javier Boned por volver a hacer gala de tus dotes de pitoniso. Rappel, por fin, goza de heredero.
Antonio Morillo (@AMorillo17)