Un empate tan gélido como la noche que acuciaba en Getafe. Así se puede resumir la función del Rayo Vallecano en el Coliseum Alfonso Pérez. He de reconocer que, esta vez sí, mis vaticinios previos fueron en consonancia con lo sucedido en el césped.
Intentaba encontrar un argumento de fuerza para revertir ese pensamiento, y para ello me encomendé a mi compañero Javier Boned. Apuraba uno de los cafés menos ardientes que me han servido -lo cual no ayudaba para nada a cambiar mi pírrico estado de ánimo-, y, a renglón seguido, nuestros pasos se dirigían al feudo azulón.
Quizás el Getafe no sea el equipo más carismático del fútbol español, pero he de reconocer que para este plumilla siempre es especial volver al Coliseum. Allí aprendí lo que era ser testigo de una rueda de prensa, y también allí tuve la oportunidad de entrevistar por primera vez a jugadores de primera división. Los recuerdos de aquella etapa en Onda Madrid mezclaban con el presente, y este pasaba por una incertidumbre galopante sobre qué pasaría en el partido.
Las bajas de Rat, Zé Castro, y Toño no ayudaban un ápice a cambiar mi perspectiva, pero como siempre suele pasar, a medida que se iba acercando la hora del partido, mi visión negra del duelo fue dando paso a un optimismo moderado. Hay cosas que escapan a la lógica y la razón, y una de ellas es esa. Hasta en la función que intuyo más áspera, los minutos previos a los partidos del Rayo se encargan de colorear un universo de pompitas de jabón cuyo motivo no llego a entender. [dropshadowbox align=”left” effect=”raised” width=”250px” height=”90px” background_color=”#d2eae6″ border_width=”1″ border_color=”#dddddd” ] “Un juego que, por momentos, tuvo mucho de imprecisiones, y poco, muy poco, de lo meramente estético” [/dropshadowbox]
Perdido entre pensamientos y nimiedades, ansiaba escuchar el pitido inicial de De Burgos Bengoechea. Lo que vino a continuación, ya lo saben. La calma tensa del resultado jugaba gato y al ratón, un juego que, por momentos, tuvo mucho de imprecisiones, y poco, muy poco, de lo meramente estético. El reloj salvaba al Rayo, que veía como las llegadas de los de Fran Escribá acababan en ‘casis’, mientras que los de Jémez lanzaban un pulso al frío del ambiente para empezar a comparecer.
Tuvo que ser el infortunio el que alertara al Rayo Vallecano. No, no era Dorado el que había anotado en propia puerta, y si Jozabed, como bien se encargaban de recordar los oyentes minutos después del gol. El Getafe tomaba ventaja y hacía justicia a lo visto ese momento. Si dos minutos antes de ese gol nos dicen que el protagonista del partido iba a ser Jozabed, a ese X lo hubiéramos tildado de ‘tarao’. El de Mairena del Alcor estaba ausente, contagiado por la tibieza del choque. No era un partido para poner en práctica su prodigiosa técnica, o al menos, el decorado no invitaba a ello. [dropshadowbox align=”left” effect=”raised” width=”250px” height=”110px” background_color=”#d2eae6″ border_width=”1″ border_color=”#dddddd” ] “Si dos minutos antes de ese gol nos dicen que el protagonista del partido iba a ser Jozabed, a ese X lo hubiéramos tildado de ‘tarao” [/dropshadowbox]
El Rayo daba visos de reacción, pero una reacción tierna, carente de fiereza. Pero si hablamos de tierneza, el nombre propio es el de Carlos Vigaray. El joven lateral decidió por unos minutos ser embajador de la franja en Getafe. Si hubiera un termómetro de absurdez, posiblemente, los chistes de ‘Chiquito de la calzada’ alcanzarían nivel de ingenio al lado de la infracción cometida por el joven lateral. Trashorras lanzaba el penalti cometido por Vigaray, y Guaita lo paraba, pero ahí estaba Jozabed, astuto para coger el rechace y perforar la portería azulona. Los últimos quince minutos fueron un navego entre el quiero de unos y la incertidumbre de otros, que veían como ese gol espoleaba su confianza en el verde. No, no fue su partido clímax con el Rayo, pero si fue el protagonista del mismo. Para bien o para mal, la noche de aquel lunes quedará ya como la noche de Jozabed.
Antonio Morillo (@AMorillo17)