Siempre que hay fútbol en Vallecas es motivo para levantarse con una sonrisa de oreja a oreja, pero la mañana del 23 de Noviembre de 2014 he de reconocer que esa sonrisa era más amplia que de costumbre, demasiado profunda. Jugaba el Rayo a las 12:00, motivo de fuerza para entrar en un estado suma felicidad, pero sobre todo, tenía la certeza de que esa mañana, Vallecas y la afición del Rayo Vallecano iban a dejar un momento que iba a guardar en el capítulo de recuerdos imborrables para el resto de mis días.
Mientras mis pasos se dirigían a la puerta dos del estadio, vislumbraba en el ambiente que esas altas expectativas que me había encargado de generar iban a cumplirse, algo que chocaba con la lluviosa mañana con la que había amanecido Madrid.
Los minutos previos al partido eran de una calma simulada, esa que intentaba transmitir entre mis compañeros de radio. En verdad, mi estado en ese momento era la antítesis de lo que se puede denominar calma. Quería que empezase el duelo, lo deseaba con la misma intensidad con la que uno desea el mayor de sus deseos. Y por fin, ese silbatazo de comienzo inicial que en ese momento eran música para mis oídos.
Deseaba ver buen fútbol, y por supuesto, deseaba ver una victoria del Rayo Vallecano, pero sobre todo, esa mañana del 23 de Noviembre deseaba vivir el momento en el que la afición del rayo ovacionase a una persona que, sin quererlo, se había convertido en orgullo de barrio. El momento en que las 11.300 personas que se daban cita en el estadio le brindaran una atronadora ovación a Carmen Martínez Ayuso.
Alberto Bueno anotaba el 1-0 y el Rayo se ponía por delante, un tanto que no hacía más que ejercer de magnífico aperitivo para lo que se iba a vivir minutos después. Ese minuto en el que el fútbol se convierte en excusa para ensalzar los valores innegociables de todo un barrio. Ese minuto en el que piensas que no todo está perdido, ahí donde la solidaridad y el afecto hacen hueco en medio de la más absoluta oscuridad. La ovación que recibió Carmen en Vallecas es un canto a la vida, una oda al reconocimiento hacía una persona que jamás deseó haber vivido esa instantánea que quedará grabada, sin duda, cómo uno de los momentos más hermosos vividos en un campo de fútbol.
Cómo dice mi compañero, Alfonso Bernardo, el gesto del Rayo Vallecano y de Vallecas es de un valor incalculable, pero la noticia es que una anciana de 85 años ha sido desahuciada, consecuencias de un sistema que hace mucho ya que perdió su credibilidad.
Lo que pasó después en el partido ya lo saben, victoria del Rayo ante un equipo “top” cómo es el Celta de Vigo. Catorce puntos que abren brecha con los de abajo, pero el partido frente al cuadro gallego quedará marcado cómo el triunfo de un barrio que no se rinde ante la injusticia, el sentir de un equipo que es mucho más allá que un simple club de fútbol, y sobre todo, el hecho de creer – o al menos intentarlo- de que no todo está perdido en mitad de un océano putrefacto. Estoy seguro de que Carmen comparte reflexiones similares..
Antonio Morillo (@AMorillo17)