LA ESCUADRA
Cuando alguien va a un restaurante, quiere que le atiendan bien, que le traten bien y que le sirvan bien. Si esto no ocurre, no vuelve. Cuando alguien va a una tienda quiere que le presten atención, que le solucionen el problema con el que venía y, si esto no ocurre, no vuelve.
Últimamente está muy de moda el “no son aficionados, son clientes”. Y es cierto que, a efectos legales, los clubes de fútbol no dejan de ser entidades privadas con las que los dueños pueden hacer lo que les de la gana. A efectos legales, repito. Por que el fútbol es ese sitio en el que, aunque no te traten bien, aunque no te cuiden y aunque no te valoren, vuelves como el mosquito a la luz.
Aunque durante años no te den información del servicio por el que estás pagando, aunque no te den información del producto que has adquirido, aunque te traten mal… vuelves. Si son clientes y no aficionados, que les traten como tal, ¿no?
El cliente siempre tiene la razón. Al cliente se le trata bien. Al cliente no se le machaca. Y es que el fútbol es sentimiento, es pasión y es amor por unos colores. Explícale a un hincha del Rayo Vallecano (por ejemplo), que la franja no es suya. Que el Rayito es como el Mercadona. Me da que te va a mandar a paseo.
¿De verdad los aficionados son clientes? Seré un imbécil, pero no lo entiendo. Si a un restaurante deja de ir la gente porque les pones de comer basura, el restaurante quiebra. El fútbol es distinto. Hay mucha gente que va a comer basura todos los domingos y allí siguen, pagando su abono religiosamente. Por tanto, cuidémoslos. Cuídenlos. Que sin ellos no hay fútbol.