Me confieso. Yo no soy vallecano, y no me hace falta para reconocer la grandeza de este club y de su gente. Desde el primer día que pisé el campo, supe que yo era del Rayo, y aquí sigo, al pie del cañón, ya sea en Primera o en Segunda B. Un equipo que engancha, un equipo que se siente, un equipo diferente al fin y al cabo.
La grandeza del Rayo Vallecano
Es verdad que en muchas ocasiones hemos tenido directivas que no han estado a la altura y jugadores (no muchos) que no han sentido la franja, pero las gradas del Estadio de Vallecas han estado siempre apoyando y sintiendo un escudo que no se rinde ante nada: Valentía, coraje y nobleza.
He elegido esta temporada para escribir estas líneas porque es ahora cuando hemos despertado del sueño de estos últimos años donde nos codeábamos con lo mejorcito de nuestro país paseando nuestro juego de toque por todas las ciudades de España. Es ahora cuando más importante es recordar el orgullo que sentimos por ser vallecanos (me incluyo como uno más) y ser del Rayo.
Voy a terminar con el ejemplo claro de que estamos ante uno de los clubs más grandes del país: por el Real Madrid o Barcelona vemos pasar a los mejores jugadores de la historia, pero por Vallecas vemos pasar jugadores orgullosos de vestir la franja, y eso hace que vuelvan. LOS JUGADORES VUELVEN. Sin ir más lejos, este mismo año se ha podido ver por las gradas de nuestro Estadio a Saúl Ñíguez, Yoel, Bebé e incluso a Julen Lopetegui, actual seleccionador nacional. Esta es la grandeza del Rayo Vallecano, un equipo de barrio, un equipo de los obreros, un equipo de la gente de a pie.
Cuando escucho a los del Manzanares apropiarse de la afición obrera de Madrid no se ni qué pensar. No voy a perder el tiempo comparando presupuestos, ni estadios, ni sueldos, ni jugadores, ni afición; pero hay algo que tengo claro, no existe nada como el ambiente que se vive en el Estadio de Vallecas. Absolutamente nada.
Hoy más que nunca, enfundémonos nuestra franja, defendámosla, que ya vendrán tiempos mejores.