OPINIÓN
El pasado domingo volví a a ver una función a la que estaba acostumbrado años atrás. Volví a ver compromiso, volví a palpar emociones, volví a notar vibrar al estadio… Vi una cara del Rayo que me sonaba.
Y es que Míchel ha devuelto la ilusión a Vallecas. Aunque la realidad es que el equipo continúa en los puestos de descenso, sin duda la esperanza ha renacido tras la victoria ante el Oviedo y el Rayismo vuelve a creer en la permanencia.
Un Rayo atrevido
Parece tontería, pero el Rayo nos había acostumbrado los últimos años a un juego atrevido. Un juego que no siempre tenía sus frutos. Un juego donde podías llegar a tener la posesión en un partido y ni siquiera valerte para tirar a portería, como pasó este año en Cádiz; o caer en una goleada inesperada como vimos estas últimas temporadas.
Sandoval y Baraja no hacían ese juego. El primero no creó un estilo propio. Buen estudioso del rival intentaba aprovechar los defectos de este, pero quizá faltó potenciar los puntos fuertes de una plantilla que él no había confeccionado. El segundo utilizó un estilo de juego totalmente diferente al practicado en los últimos años, algo que no funcionó. Tampoco se adaptó. Y es que todos sabemos que es más fácil jugar a lo que quieren/saben 25/20/15 tíos que a lo que quiere uno solo.
Míchel mamó de Paco Jémez durante sus cuatros años e hizo de maestro para él. En apenas cuatro partidos ha hecho devolver su filosofía al equipo. En Getafe se vio unos buenos primeros 45 minutos, en Reus un partido más que decente, y en Cádiz un mal partido. El partido ante el Oviedo confirma que no es un espejismo y que el Rayo tiene argumentos para creer que existe una reacción y hay tiempo para al menos ‘salvar’ la temporada.
Pero Míchel además pone su sello futbolístico. Es capaz de realizar variantes durante el juego y utilizar un 1-4-1-4-1 o jugar más directo en el tramo final con la entrada de Manucho. Señores, no es un cualquiera; lógicamente sabe de esto. No sé si será el Zidane o Guardiola del Rayo. Pero en tan solo unas semanas ha demostrado conocimiento y capacidad para comandar la nave rayista.
Respeto y cercanía
Una de mis dudas en el nombramiento de Míchel, más allá de lo futbolístico, era la personalidad a la hora de dirigir el vestuario. Algo que en los primeros entrenamientos te das cuenta del respeto y a la vez cercanía que demuestra. No necesita esa cara seria de Paco, pero sin que te des cuenta te pega cuatro gritos. Él tenía más que aportar en la parte psicológica. Paco, yendo de cara, y sobre todo Jesús Muñoz, íntimo de Míchel, sabían trabajar bien ese lado. Lo más importante al llegar al primer equipo era mandar un mensaje claro al vestuario y hacer que todos remasen en la misma dirección. Eso era lo complicado y ahora mismo, en apenas un mes, hay mejor ambiente (no quiere decir que espléndido) que en toda la temporada.
La gente se identifica con él y su tranquilidad ha sido un pegamento entre la afición y la plantilla. Al igual que lo hacía Paco Jémez, ya es el referente. Paco Jémez era el símbolo del mejor Rayo de la historia y Míchel en una semanas está siendo el posible ‘salvador’ de un barco a la deriva.
Quizá este artículo sería más propio de alguien que ha logrado una salvación, pero reconozcámoslo. Míchel ha resucitado a un equipo que estaba muerto. Vallecas volvió a disfrutar y la gente vuelve a confiar gracias a una persona: el ‘aprendiz’ Míchel I de Vallecas.