Todas las grandes escuadras forjadas en el mundo del balompié tienen un denominador común. Siempre hay una cabeza visible, un líder que, fruto de su personalidad o talento sobre el césped o su buen hacer desde el banquillo, acaban siendo la primera referencia a la hora de recordar un equipo. Así a bote pronto, se me viene a la cabeza el Barça de Ronaldinho o Guardiola, el Madrid de Del Bosque. Y más recientemente, cómo no, el atleti del “Cholo”.
Equipos que adquieren galones de leyenda. Cualquier hincha de estos clubes, podría decirte de carrerilla alguno de esos onces que tantas tardes de gloria le dieron en su momento. Pero eso sucede con relativa frecuencia, sobre todo cuando se trata de equipos que disponen de medios importantes para reinventarse, año sí, año también. Esa capacidad de hacer y deshacer cuál Aladino frotando una lámpara, permite a estos equipos una depresión cortoplacista y un margen de gloria elevado.
Luego están aquellos que gozan de su lustro de gloria, espoleados por el importante espaldarazo económico del momento. El ‘súperdepor’, más que el de Irureta será el de Lendoiro, al igual que el Sevilla de las UEFAS presidido por José María del Nido. Tiempos dorados donde el chorro no cortaba y la irrupción de jugadores de primer nivel en equipos de segunda fila era una realidad. El Valencia de Peter Lim, justo heredero de este tipo de escuadras. Por lo económico y por su nivel de peloteros. [dropshadowbox align=”left” effect=”raised” width=”250px” height=”90px” background_color=”#d2eae6″ border_width=”1″ border_color=”#dddddd” ] “El Rayo de Paco Jémez, un equipo que pide su hueco en la hemeroteca del fútbol nacional” [/dropshadowbox]
Entre este reducido grupo de equipos que adquieren etiquetas para el recuerdo, se ha colado uno que dista mucho de la nobleza y lleva como atuendo un chaleco salvavidas. El poder de seducción de su fútbol, unido a su capacidad para abofetear aquello del disfrute al alcance de los elegidos, hacen del Rayo Vallecano de Paco Jémez un equipo que, por méritos propios, pide su hueco en la hemeroteca del fútbol nacional.
Ni el mayor optimista de la barriada vallecana podía intuir lo que se está viviendo en la avenida de la Albufera desde la llegada del técnico. Números de historia, hacer de cada partido un acontecimiento. Jugadas, goles, desmarques, bicicletas, triangulaciones y sociedades que hubiera sido utópico pensar que podría vivirlos el hincha del Rayo. [dropshadowbox align=”left” effect=”raised” width=”250px” height=”70px” background_color=”#d2eae6″ border_width=”1″ border_color=”#dddddd” ] “El aficionado rayista ha de exprimir cada minuto en el estadio” [/dropshadowbox]
Cómo todo lo bello, la fecha de caducidad es ardua enemiga. Es por eso que, humildemente, pienso que el aficionado rayista ha de exprimir cada minuto en el estadio, cada rugido de garganta, cada cántico desde la tribuna y cada acción de su equipo, por mínima que sea. Sin ánimo de pecar de pasional, el Rayo de Paco Jémez es pionero de la estética en la adversidad y excelente anfitrión del fin no justifica los medios.
La temporada agoniza, el Rayo está virtualmente salvado, y en el horizonte, una serie de retos que pueden enaltecer más si cabe la trayectoria de este equipo a lo largo de estos años. Porque si, le pese a quién le pese, el Rayo de Paco Jémez ya se ha ganado un hueco en el corazón de nuestro fútbol.
Antonio Morillo (@AMorillo17)