LA ESCUADRA
De héroe a villano, así titulé la crónica del pasado viernes. De meter un gol a dejar a su equipo con 10 y regalar dos puntos. Días después, toca reflexionar. La afición se ha volcado con Santi Comesaña. Alguno ha pedido “un par de collejas” para él, pero poco más. El gallego se ha disculpado a través de Twitter, sin excusas.
No hay excusa,lo siento rayistas…
— santi (@SantiCV510) 25 de noviembre de 2017
Ahora me toca a mí echarle un capote. La roja fue dura, por supuesto, pero justa. Se perdieron dos puntos vitales y la mayor parte de la culpa fue suya. Con 21 años quedan muchas cosas que aprender, eso está claro, pero no se puede tirar un partido así por la borda. Ahora bien, ¿cuántos puntos ha dado Santi al Rayo Vallecano? Incontables.
Corre, lucha, regatea, pasa, roba… JUEGA. Es lo más difícil, jugar al fútbol. Es un pelotero que se deja el alma sobre el verde y, si eso lo mezclas con juventud e inexperiencia, a veces te puedes pasar de vueltas. Es normal. Le puede ocurrir a cualquiera. ¿A cualquiera?
No, porque para cometer un error como el de Santi tienes que tener actitud, desvivirte por la franja, ir a por cada balón como si fuese el último… y eso es muy complicado. Se cuentan por miles las caras decepcionadas que salieron del Estadio de Vallecas el año pasado después de haber visto varias almas en pena deambular por el césped. El Walking Dead de barrio.
Puede ser que al final de año nos acordemos de estos puntos, sí, pero quiero siempre un Santi Comesaña en mi equipo, de esos que cierran bocas partido tras partido. He de confesar que a mí me la cerró. Cuando llegó la temporada pasada y tras unos pocos partidos fui de los más críticos. No me convencía nada. Luego tuve que meterme en la cueva para asomar la cabeza cada vez que el de Vigo marcaba un gol o daba una asistencia. Ahora salgo de lo más profundo para unirme al carro de los que creen en este chico.
De héroe a villano pasó Santi el viernes. Desde el mismo momento que pidió disculpas con la grandeza y humildad que eso supone, se volvió a colgar la capa a la espalda. Lo único malo de toda esta historia es que tendremos que sobrevivir sin él frente al Granada. Al que le sustituya hay que exigirle, como poco, la misma actitud y pundonor que derrocha el espigado mediapunta cada vez que se viste la franjirroja.