
Otra jornada más, el Rayo Vallecano volvió a Vallecas sin los tres puntos. Los de Iraola son el mejor local de la categoría (todos los partidos en casa han sido victorias), pero la imagen a domicilio sigue dejando mucho que desear y evidencia problemas en un equipo enquistado cuando no pisa su propio césped. No es un problema de fútbol, sí mental. De dudas, de nervios, de sentirse incómodo en escenarios foráneos. Son las dos caras de una moneda franjirroja que, a pesar de todo, sigue en playoff.

Iraola devolvió la identidad al equipo con una alineación mucho más reconocible que en Oviedo: Mario Hernández, Óscar Valentín, Pozo, Isi y Qasmi volvieron al once. Se estrenó también Antoñín, partiendo desde la banda izquierda y retornó a la zaga Saveljich, dando descanso a Velázquez. Catena, el único futbolista de la plantilla que ha jugado todos los minutos hasta la fecha, se mantuvo como cacique. El jueves descansará por primera vez: vio la quinta amarilla y no estará ante el Fuenlabrada.
La guerra del Belmonte tuvo más de comedida que de ensangrentada. Hasta el minuto 28 no se vio un tiro a puerta, y fue un intento de Antoñín desde lejos que cayó manso a las manos de Tomeu Nadal. Dominaba el Rayo, pero era una posesión estéril, de las que aburrirían hasta a un perezoso. Sólo el descaro -algo insensato- de Antoñín y los centros de los laterales (Mario y Fran García) ponían salsa a una receta sosa como pocas. Pero en ese mejunje sin gracia encontró petróleo el Albacete.
En un córner aislado justo antes del descanso, Mario Hernández se despistó de la marca y dejó solo a Boyomo, central del Albacete, que aprovechando un balón suelto dentro del área fusiló a Dimitrievski. Fue su primer gol de la temporada y es su primer tanto como profesional. Cortesía del Rayo. Tras el paso por los vestuarios la Franja debía meter una marcha más, intentar enmendar una herida nada nueva. La sensación de “otra vez”, “otra vez”, “otra vez”, estaba en la mente de cualquier rayista.
Porque otra vez se estaba atascando un partido fuera de casa… Y para colmo, el segundo mazazo no se haría esperar: Eddy Silvestre encontró un balón amortiguado por Zozulia y definió de semi-volea dentro del área. Cayó a la lona el Rayo, que intentó levantarse a la desesperada, como se suele decir: “con más corazón que cabeza”. Iraola quitó a Saveljich para dar entrada a Álvaro García y mutar el esquema en un 3-5-2 ofensivo. No sirvió.
El partido se convirtió en un asedio franjirrojo. Isi, Álvaro García, Mario Hernández (después Advíncula) y Fran García rompían por banda y mandaban veneno al área, pero apostar por los costados cuando juegas sin delantero es hacerse el Hara-Kiri. Los ataques eran un sí pero no. Mucha presencia en campo rival y muchos intentos, pero sin una idea clara. Cumplido el minuto 80 inventó una maravilla Isi, que driblando dentro del área y disparando raso al palo corto sorprendió tanto a Bayomo (que la desvió) como a Tomeu Nadal.
Gol y se acabó la sequía. En total, el Rayo ha estado 390 minutos sin marcar fuera de casa (Isi anotó en la primera jornada contra el Mallorca y desde entonces se había implantado la Ley Seca). Y había partido. Catena despertó un “UY” en mayúsculas con un cabezazo… Invalidado por fuera de juego. Casi en el tiempo de descuento la tuvo Ulloa, pero el disparo fue desviado de manera espectacular por Tomeu. Había despertado la Franja, buscando al menos un punto (en la jornada 42 uno arriba o uno abajo marca la diferencia) pero cuando quiso, ya no le dio tiempo a reaccionar.
La derrota mantiene al Rayo en playoff, pero le aleja del ascenso directo y asoma al abismo. El tren no se va y los 13 puntos dan para seguir en el vagón, pero sólo otorgan derecho a un asiento cerca de la puerta. A Iraola le quedó apelar al “esto nos debe servir para aprender” por cuarta vez, pero el lema cada vez suena más a bucle pesado y menos a lección. El Rayo es un gigante en Vallecas y un pequeño fuera de ella. Un equipazo sin killer. Un favorito con vértigo.
