De la gran generación de juveniles que ahora dan el salto al Rayo Vallecano B, él es el capitán. ¿Su zona de influencia? El centro del campo. Alberto puede actuar de mediocentro o de mediapunta y, ahora, tendrá la oportunidad de demostrar el fútbol que lleva dentro.
Lleva desde cadete en el Rayo, y siente la franja como nadie. Este año se quedó a una victoria de ganar la Liga con el Juvenil A de Ángel Dongil, y sus lágrimas al acabar el encuentro frente al Real Madrid demuestran que es rayista hasta la médula.
Anteriormente, los dos años de infantiles los pasó en el Atlético Casarrubuelos y, desde prebenjamines hasta alevin de segundo, jugó en su pueblo, en el CD Sonseca.
Sin santiguarse no se juega
Tiene manías, como cualquier futbolista. Antes del pitido inicial, se santigua diez veces y, después, mira hacia el cielo dedicándole el partido a su primo que murió con 24 años cuando Alberto tenía 10 años.
Este año ha sido prácticamente indiscutible con el Juvenil A. Eso sí, con Luis Cembranos tendrá que ganarse el puesto.