Estimado lector:
Es posible que estas letras resulten incómodas para quien conserva en la retina los goles de Falcao ante el Barcelona o en San Mamés, se abrazó a quien encontró con el golazo de Bebé en Heliópolis y miraba,entre burlesco y retador a cada visitante que llegaba,jugaba y perdía en Vallecas hasta que el milagroso 2021 concluyó.
Estamos cerca, parece, del final del tapabocas obligatorio o la protectora mascarilla y el Rayo Vallecano desde hace tiempo dejó de tapar bocas para estar en boca de todos.
Pasó de ser el último grito a hazmerreír o bálsamo de rivales,árbitros y los agentes de Mamadou Sylla y Radamel Falcao García.
Lo del sábado en Mendizorroza fue el mayor caso últimamente visto, y mira que hay ejemplos, de suicidio colectivo que se conoce.
El despistado amante del fútbol internacional podría aún pensar leyendo el título de este texto que estamos hablando del humilde conjunto uruguayo de Rentistas.
El malpensado podría pensar que estamos refiriéndonos a Medina Abascal, duque de Feria (el combo apellidos y título es insuperable), pero no, la entradilla fue suficientemente clara.
Hay gente que muere de éxito y el Rayo, con una momia en el palco podría ser el siguiente ejemplo.
Llegó el invierno y todos pensamos”tres victorias más y listo”.
Ay, el COVID.
“No pasa nada, hay plantilla suficiente”
Ahora la copa.
No pasa nada,Radamel.
Jopé con los árbitros.
Llegó la primavera y todos creímos con dos o una “y media” sería suficiente.
No pasa nada, Falcao.
Estamos contigo, Andoni.
Ay, los árbitros.
Mediado abril, entre el murmullo general el Rayo visitó Vitoria con la intención de abrochar la cremallera de tantas bocas que lo veían en la cruz y resucitar.
El día parecía propicio. Un estadio vacío,un rival asustado y atenazado que se acorraló casi solo en los primeros minutos ante un bien intencionado Rayo parecía ser lo que la franja necesitaba.
En un ejercicio de contorsionismo increíble pero previsible, el Rayo se contagió del virus de dejar pasar los minutos sin que pasase nada, del la desconfianza, del de la inseguridad y del de el temor hasta que finalmente terminó por mediación de su portero metiéndose gol en un disparo que, siendo generosos, iba cerca del palo, pero no demasiado.
Se podría justificar la derrota en la actuación arbitral, pero tras tantas decisiones contrarias y evidentes, un equipo profesional debe estar preparado para todo y competir.
Falta autocrítica, falta contundencia,sobra complacencia y ahora llegan los nervios en un equipo que ha vivido tanto de las rentas que ahora que su local está devaluado parece no estar listo para la lucha.
Este texto a buen seguro es injusto con profesionales que a buen seguro se dejan la piel en la pizarra y en la cancha para mejorar, pero caer tantas veces en la misma piedra requiere al menos un cambio de actitud o rebeldía que en algunos peloteros no se ve.
Cuanto pasan cuatro meses desde la última victoria sobran las escusas. Del mejor Rayo de la historia se ha pasado a la peor racha sin comerlo ni beberlo.
Siguiente parada, Cornellá. A ver si hay un Tamudazo o algo.
Dicen que un pesimista es un optimista informado. Aquí tienen uno.