Cada vez lo veo mas claro. Tengo una tele más grande, una retransmisión con más cámaras y analistas que me cuentan lo que mis ojos acaban de ver, tanto que a veces se exceden. Intentan convencerte de lo que les interesa, ni siquiera con maldad o bufanda sino con una visión comercial y de negocio que aterra. Todos alimentamos a genios como Maradona que como el fútbol enfermaron de egolatría, de mil malos vicios y de atención, convirtiendo el juego en una suerte de “performances” conectadas por el hilo conductor del silbato del árbitro y de los realizadores del partido, el de la sala VOR y el de la propia emisión.
Fui consciente de todo aquello cuando los comentaristas, con la coletilla tan socorrida de “ojalá el público vuelva pronto a los campos” dijeron que iban a echar de menos oír a futbolistas y técnicos hablar en la cancha. Ese parece ser ahora el auténtico espectáculo, el de buscar algo que alimente oídos carroñeros, el fútbol de los sentidos pero no el del gusto ni el tacto ni la vista, sino el de la oreja y el olfato o tufo que desprenden las interpretaciones de lo que se puede oír.
Nos dijeron que pintar aficionados en la grada y poner sonido de graderío nos aliviaría. No lo hizo, sino que alimentó en nosotros un sentimiento de engaño que esperábamos superar con el crudo realismo de los partidos de antaño, de fútbol de tierra y constantes gritos de ánimos entre compañeros, de indicaciones y protestas que el trencilla, firme hasta lo autoritario, detenía a tiempo.
El fútbol pandémico (el Rayo-Cartagena de ayer es puro ejemplo) es esto, dos grupos de tipos con botas de diseño y colorines, un árbitro al que le quitaron el rigor del negro y el griterío de pésimos actores que en cada contacto reciben desde el impacto de un tirachinas hasta la caída de un obús. Al tiempo, en esa infantilización ridícula en la que se han metido, probablemente por “necesidades del guión” olvidan que no están en partidos de Mikasa y anonimato y siguen saltando con los codos abiertos , impactando aunque sea de un modo leve en los rivales que caen fulminados cual infarto de miocardio. Estos últimos protestan airadamente pareciendo desconocer que todo se ve convirtiéndolos en ridículos miembros del club del “ande yo caliente ríase la gente”. Eso sí, pegan sus brazos a sus cuerpos para evitar que mediocres rivales saquen rédito de haber entrenado no una comba precisa al punto de penalti sino un mal pelotazo dirigido a las manos del lateral que tapa.
Dice algún técnico que en el fútbol pandémico no hay titulares ni suplentes, sino que todos estar preparados para dar el mayor nivel con los cinco cambios que dan refresco y descanso. Creo que por desgracia tiene razón.
Los que se dieron cuenta y conformaron plantillas de mentalidades fuertes y peloteros siempre conectados tienen ventaja.
Sí, estamos hablando del Rayo-Cartagena. Los entrenadores buscan oxígeno para los jugadores en escuadras mal configuradas, hacen rotaciones constantes para llegar vivos a junio y se dejan partidos por el camino. El partido citado es muestra clara de ello y algunos jugadores de la franja víctimas y en parte culpables por “inadaptados”. Andrés, Isi, Pozo u Oscar Valentín han tenido rachas de juego notables pero la necesidad de descanso los desconecta y cuando se recuperan van irremisiblemente al banco, a veces con una rigidez excesiva.
En un partido tan malo como el de ayer en el que, como hubiera dicho El Pelusa “A quien de dos pases seguidos le dan un coche”, tardamos setenta minutos en ver conectar a los buenos. Cuando Isi encontró a Pozo fue cambiado. ¿Necesitaba descanso? Necesitaba los tres puntos. Los jugadores no son máquinas e igual que descanso necesitan momentos. El de Isi fue sofocado por su DT desde su planilla , el de Andrés parece que también. A Valentín se le apagó el foco en la necesidad de que Mario Suarez se sienta útil.
Otros jugadores son tan titularísimos que aunque no den un gran nivel se aplanan sabiendo que jugarán. Ver a Advíncula o a Álvaro García jugar siempre debe desmoralizar a más de uno.
Iraola se vuelve loco, pobre. Encuentra manjares al mirar su elenco de jugones y cuando busca rematadores para resolver…solo encuentra a Qasmi, trabajador incansable que en entrenamientos remata hasta neveras y en los partidos…vaya, que necesita un peto.
Ojalá el buen técnico consiga mantener el fuego en la mirada de sus jugadores. Por el momento le sirve con dos victorias al mes. Esperemos que con eso llegue.
El Rayo-Cartagena y su 0-0 no dio para más que para esto, ponernos a todos ante el espejo y a una camiseta del 10 de Argentina en la grada de Vallecas. Otra performance, me temo.