El árbitro señala el final, los jugadores felicitan al rival en su victoria y el capitán reconoce los merecimientos visitantes, no pone un pero a la derrota y pide tranquilidad, confianza en el proyecto a la par que promete trabajo para que las cosas salgan .
Un aficionado de un equipo y un jugador así solo puede estar orgulloso, orgullosa de las y los que defienden al escudo en el verde y de los que lo hacen en la grada con una dignidad que nadie logrará someter.
El Rayo Vallecano cayó merecidamente por cero goles a tres frente al Club Atlético Osasuna que simplemente fue más rápido, más alto y más fuerte.
Iraola y sus jugadores lo intentaron, pero la falta de energía física y la fatiga mental que quedaban habitualmente olvidadas, amortiguadas por el empuje y el ánimo de quien quiere al Rayo de verdad y no el Nerón de melena lacia y su gestión esta vez no tuvieron la energizante presencia de siempre y los peloteros volvieron a sentirse huérfanos como ocurriese durante un rato ante el Mallorca.
Su presencia, imprescindible como impresentable es la actitud de quién dirige la agrupación es el empujón en cada duelo, esa anticipación en cada cruce o remate y quién ose negar esta verdad, miente.
Para un equipo potente, rápido, honesto pero agresivo como es Osasuna fue demasiada tanta concesión, tanta que sus seguidores más acérrimos, los Indar Gorri decidieron que la dignidad de las personas está por encima de todo lo demás y tras un largo viaje en carretera abandonaron la grada en solidaridad con la representación de un barrio vilipendiado.
Los de Arrasate se adelantaron en una jugada de fe, un balón luchado, un pase atrás, un segundo de ventaja y un gol, el de Moncayola que premió la constancia.
El Rayo quiso honrar el partido peleando cada balón hasta que el acierto llegara o el ánimo volviera pero no ocurrió. Sólo se pudo escuchar un canto de sirena que distrajo al portero local al palmear confiado un gran disparo que terminó en gol.
El 0-2 al descanso pareció una losa muy pesada pero la dignidad está en los gestos y en los actos e Iraola no quiso que la cosa quedara así. Agitó el árbol de modo que Osasuna tuvo que retroceder y la franja,a la que siguió abandonando el acierto pudo hacer algún gol pero no fue así.
La lectura de Jagoba, perfecta hizo poner en la cancha a Kike García, que aprovechó un saque rápido de banda del compañero que prefirió el gol a perder tiempo y marcó el tercero.
El espíritu olímpico en estos juegos de invierno se vio muy claro. Se impuso el citius, altius, fortius y quedó claro en las ausencias de la grada que lo importante no siempre es ganar, sino que importante es participar.