Tras intentar evitar la mili por una escoliosis me planteé mi futuro. Podía pedir una prorroga y retrasar lo entonces inevitable o declararme objetor de conciencia. Me aterraba empuñar un alarma o aguantar a un chusquero pegarme voces. Me preocupó más perder un tiempo valiosísimo y decidí afrontar la realidad. Nueve meses de mili y libre.
Mas de veinticinco años después he recordado aquello, sorprendido, tras un partido de fútbol poco importante. Poco importante para algunos, mucho para otros que emplean un rato de su tiempo libre en disfrutar de una afición, en recibir una alegría con quien se identifican por geografía, vecindad o ideología, incluso para quienes comparten su pasión o vocación con su trabajo.
Pensé en no escribir sobre el Rayo-Tenerife. No tanto por el decepcionante resultado para los locales sino por las conclusiones que podrían sacarse del mismo.
Objetar conciencia por quien no la tuvo. Por quien desde el banquillo no supo inculcar a los suyos que si el Rayo Vallecano ganó en Cornellá no fue solo por un rato solo por un arreón de ambición y buen juego sino porque el rival se relajó. Por quien no supo entenderlo y salió a jugar destensado y confiado . Algún veterano ilustre y sobre todo, mas de un joven que no derriba la puerta ni cuando la rotura del pantalón de un amigo le brinda una oportunidad.
Declararme en rebeldía como el capitán de la franja que golpea el balón con rabia tras intentar hacer todo lo que los demás no hacen, robar balones, centrarlos y rematarlos. Sus compatriotas de la zaga y la vanguardia podrían mirarle y sentir orgullo, pero saben que al capi le duele y se aprovechan.
Las decisiones del técnico, que sigue friendo empanadillas o haciendo la mili en Vallecas, tampoco ayudaban. Solo quedaba esperar que se diera cuenta de que el Rayo no jugaba con once y lo que pareció una buena decisión provocó la derrota. Comesaña salió, perdió la marca en un córner que acabó con el triunfo de Sol sobre la lluvia (0-1) y se esfumó.
Faltaron ganas, sobró frustración, faltó calma y decisión, sobraron desorden e imprecisión. El pelotazo en la cara de Álvaro García noqueó las opciones ofensivas de un Rayo que solo contó con su interés la pujanza sin acierto de Fran y la clase maestras del capitán Trejo que intentó todo pero estuvo solo.
Sería ideal escribir sin colores. Cuando lo haces con ellos sin la venda de la bufanda en los ojos se hace duro contar estas cosas. Hubiera preferido ser hoy objetor de conciencia.