Cuando la sed es anadipsia, ganar es urgencia. Y este Rayo, que lleva 13 jornadas seguidas sin hacerlo, parece haberse encallado en el laberinto del mismísimo fauno. No hay manera. Hay actitud, hay fútbol, hay ocasiones -aunque algunas veces sean a cuentagotas- y hay afición. Pero no hay victorias. Estuvo verdaderamente cerca en Mendizorroza y se diluyó para acabar en un insípido vacío que mantiene la orilla de los 40 puntos tan cerca y tan lejos, que uno se confunde en el qué pensar. En el si preocuparse o no. En el dilema de descorchar la sidra -que no el champán, ese deberá permanecer en la repisa hasta que el ‘EuroRayo’ culmine, algún año, su obra- o no cortarse las uñas para dejarle la tarea a los dientes. Otra derrota. Otro Glorioso casi pero amargo no. La Franja del perpetuo socorro.
Iraola apostó por un equipo con tímidas novedades: volvieron Comesaña y Álvaro García, vértebras de esa columna con forma de once tipo que parecía indestructible hasta enero. Pero se cayó Trejo, dejando su espacio en el enganche a un Nteka que parece poco a poco ir encontrándose; sigue lejos de su mejor versión, pero al menos se va distanciando de la peor. En esas y con un banquillo en horas bajas, la faena era morrocotuda: enfrentarse al colista que, dado el contexto, ya era un rival directo por la supervivencia. Ganar era dar un portazo casi definitivo a los fantasmas y perder, seguir con el pie cerca de la calurosa lava. La sed de puntos en Mendizorroza era aún mayor para un equipo al que las balas se le empiezan a agotar. La semana que viene tiene final en Mallorca.
En la primera parte el Rayo, sin ser sobresaliente, fue mejor. Tanto, que despertó los pitos babazorros y tiñó las alertas locales de rojo sangre. Hasta esa melodía de viento no tuvo ninguna el Alavés, que sí perdonó por medio de Joselu, cuyo remate con potencia acabó en las manoplas de Dimitrievski. Antes la Franja tuvo dos notables ocasiones, la primera por medio de Fran García, que retrocedido al lateral y volvió a relucir esa llegada con potencia y ese misil que en el vestuario tanto le piden que enseñe con frecuencia. También yerró Sergi Guardiola, topándose con Pacheco -el mejor de los Gloriosos hasta ese momento- tras un zurdazo que dibujaba su parábola al segundo palo.
Porque el héroe final fue Joselu, autor de 13 goles en el colista, cuando el máximo goleador del Rayo lleva cinco. Una estadística que duele. Porque que al equipo le vendría de vicio un killer está en la Vox Pópuli; pero que lo llegase a echar de menos tanto sí resulta inesperado. Sergi Guardiola aporta mucho pero su relación con la pólvora no es idílica, Nteka definitivamente ha pasado a mediapunta, Sylla está desaparecido en combate y Falcao, Tigre encerrado en jaula. Mientras, un pistolero como Joselu, pese a llevar siete partidos sin marcar, andaba suelto y decidió no desperdiciar más cartuchos. Su zurdazo parecía detenible, pero Dimitrievski se pasó de frenada y zampó el definitivo 1-0.
Fue el principio de otro fin para la Franja. En Vallecas no hay resurrecciones por Semana Santa. Y pese a que el conjunto de Iraola se partiese la camisa en el último cuarto de hora, tampoco hubo milagro. Guardiola no atinó en su cabezazo y Bebé, obcecado con volver a marcar cada fin de semana el gol de la década, lo intentó en varias ocasiones con amarga ventura. Venció el Alavés; no ganó, por 13ª vez consecutiva en Liga, el Rayo. Y ahora llega la ruta de Cataluña: el 21 de abril en el RCDE Stadium y el 24 en el Camp Nou. Va a ser un final de temporada más movido que la vida de ese tal Brian de Nazaret.