Heridos en Copa, desangrados en Liga. El Cádiz llevaba 302 días sin ganar en casa, desde el 5 de mayo del año pasado. Aún no había vencido en su campo bajo el nombre de Nuevo Mirandilla. Pero llegó el Rayo y rompió la maldición para, a la vez, agrandar la propia. Esa que le persigue desde que sonaron las doce campanadas. La Franja sigue sin ganar un partido de Liga en todo el 2022 y se sumerge en su propio drama con el boicot de Luca, culpable de dos malas salidas que condenaron al equipo. El portero también tiene días malos. Algunos, hasta nefastos. Como este. Y la derrota pone en jaque -casi mate- el sueño europeo, ya a 13 puntos y con tintes de utopía. Mientras calienta el runrún del descenso, a sólo 7. Volvió a faltar el gol. Se volvió a perdonar de todos los colores. Y sin pólvora, no hay paraíso.
Sólo Trejo descansó con respecto al Villamarín, abriéndole la puerta a Comesaña para jugar en una mediapunta con pruebas experimentales fallidas. Tantas ganas como poca eficacia encontró el gallego en tres cuartas partes. Más músculo que magia, ingrediente básico en esa zona del campo. Saveljich, por su parte, volvió para ocupar la vacante de Catena (quinta amarilla) y duró apenas 20 minutos, lo que los isquios de la pierna derecha tardaron en mandarlo a la lona por segunda vez esta temporada: entró Maras. El Rayo no transmitió sensación de preocupante fatiga física, pero sí mental. La resaca emocional de haber tenido tan cerca La Cartuja y ser privado del billete con aquella crueldad es inevitable.
Pero enfrente tenía al peor local de Primera, un Cádiz desconocedor del sabor de la victoria en su feudo desde que este mutó de nombre. Envite de heridos con la necesidad como urgencia. Bandera. Y el coraje por encima de todo; demasiado corazón para tan poca precisión en los 22 protagonistas. Akapo, pasado de frenada, pudo irse a vestuarios en 15 minutos: vio la amarilla por un manotazo y minutos después, tras pisar a Comesaña de forma involuntaria, jugó con fuego. Al descanso Soto Grado había mostrado cinco amarillas. Y los dos equipos habían enseñado sus cartas. El Rayo, la banda de ‘los García’, que dibujó el primero con una incursión de Álvaro y centro raso ante el que Sergi Guardiola, cuando sólo era fusilarla, definió mal. A las nubes. Un error grotesco.
El Cádiz, sustentado en Alejo y las catapultas de Luis Hernández, cuyos saques de bandas son casi córners, intentaba responder sin suerte. Aunque estas últimas ponían los corazones vallecanos en un puño, culpa de un Luca valiente para salir pero errático para despejar. Negredo, desde una posición muy escorada, permitió la redención del portero con una gran doble parada. Sin goles se llegó a un intermedio que dejó el listón bajo para la segunda parte. Iraola agitó la coctelera dando entrada a Bebé, ‘o rei dos canhoes’, por un Isi al límite de lo físico y amonestado. Y hubo 10 minutos correctos, con el equipo acunando el partido con calma.
El problema fue que la valentía de Luca Zidane para salir a por cualquier balón aéreo tornó en delirio. Perdió su filtro e hizo que el portero saliese a por cualquier que se acercase a sus dominios. Así, se zampó dos y mató a su equipo. El primero, amagando con atrapar un córner al segundo palo al que no llegó y en la corrección, ya descolocado, no pudo detener el cabezazo de Alcaraz. Y el segundo, poco después, aún más disparatado: corrió casi 10 metros para volar a por un balón que se le escapó y regaló a Idrissi, que con la portería a vacía sólo tuvo que poner el balón en el segundo palo y sentenciar en el caos. Luca, atónito, miró al horizonte, consciente de la gravedad de sus errores.
Se echó al ataque con todo la Franja, llegando a acabar con Alvarito de falso lateral izquierdo. Este tuvo en el área pequeña un balón que Espino acabó despejando casi a bocajarro y un derechazo al larguero. También yerró Sylla por alto con todo a placer. El Rayo sigue sin ganar en Liga en 2022 y se asoma con liviana mirada al infierno del descenso. El Cádiz, que no ganaba en casa desde hace nueve meses, lo hizo en un escenario repleto de pegatinas con el lema “bienvenidos al Ramón de Carranza”. Eso y con atuendo morado, en un bonito gesto por el día de la mujer. La Franja vuelve a Madrid sin La Cartuja y sin puntos. Con los pies en el mismo lodo. Sin salir del pozo. Y las alertas, rojas, sonando con fuerza.