El Rayo Vallecano está volviendo. Su actitud, su velocidad, su fútbol. Pero no su pegada. Esa sigue desaparecida en combate. Y en ausencia de gol, ausentes alegrías. Le falta apretar esa tuerca, pero el engranaje se va pareciendo al que cerró el 2021 en butaca Champions. Se vio ante el Elche -durante 75 minutos- que ese Rayo, estar, sigue ahí. Y ante el vecino mayor, el Goliat de la capital, David sacó su tirachinas y casi lo mandó a la lona. Llegó mucho y no convirtió. Perdonó ante quien si perdonas, lo pagas. Y se fue de vacío una noche que llegó a teñirse, por momentos, de heroica resurrección.
Ninguno de los dos llegaba bien. Con runrunes en lo mental y calambres en lo físico. Ancelotti no rotó -salvo Alaba, baja por sobrecarga- e Iraola, pese a tener el jueves la aventura del Villamarín, tampoco; once de gala salvo Saveljich e Isi. Porque a Sergi Guardiola ya se le considera actor principal sobre Falcao. Los datos lo avalan.
“El Rayo es uno de los mejores equipos en los primeros 30 minutos, así que o salimos bien…”, dijo Carletto en la previa, insuflando a su equipo la adrenalina que le tiende a faltar en los arranques. Funcionó. El Madrid fue mejor de salida, pero fue difuminándose hasta acabar cayendo en la trampa del León de Nevir. Ese muévete mucho y horrorízame poco. Tanta pelota y tan pocos sustos ante Luca.
Contaba sus minutos el averiado marcador de Vallecas, espectador de lujo para ver como la Franja, jugando en bloque bajo y amparado en sus bandas, asustaba a la contra. Sergi Guardiola, con dos cabezazos, a punto estuvo de sorprender a Courtois. También Álvaro García, pero su zurdazo voló al fondo.
En esas y con el descanso ya en el horizonte, marcó Casemiro. Y se lo anuló el VAR. Tras un supuesto empujón que derribó a Catena, fusiló a Zidane de volea. Pero estaba adelantado por pocos centímetros. Al brasileño le valió para decir a sus compañeros algo como ”apenas soy importante, y no estaré contra el PSG”. Pero los 22 futbolistas enfilaron sendos túneles con el resultado inicial y la sensación de que el Rayo iba hacia arriba (13 disparos) y el Madrid, algo hacia abajo (8, menos). Aunque el último, de Benzema a bocajarro, provocó varias taquicardias.
La segunda parte empezó con la igualdad de dos equipos que quieren pero no terminan de soltarse. Con el condicionante del miedo a perder por encima de la ambición de ganar. Casemiro, a la hora de juego, llegó tarde y clavó los tacos en el tobillo de Óscar Valentín, jugándose una roja que quedó en amarilla. Y controversia. Porque la acción, involuntariamente fea, pudo cambiar el transcurso de los acontecimientos.
En minutos pudo marcar Modric, cuyo mano a mano dejó temblando la portería tras estrellarse en el palo. Tuvo tramos de mucho sufrimiento el Rayo, de angustia y precipitación. Y para marcar. Alvarito, tras fusilar en un rechace, se encontró con un inmenso Courtois. Una de las paradas, probablemente, de la temporada. Al final el gol fue de Benzema, ejecutor de una triangulación diabólica entre Valverde, Rodrygo y Vinicius. Gol de nueve. Y de oro. Punto y final a un vals con balón.
El Madrid, con más gol que corazón, sobrevivió a Vallecas. Y el Rayo, con más corazón que gol, no sobrevivió a sí mismo. Aunque Vallecas volvió a ver a un equipo que se acerca al de 2021. Esa es su mejor noticia. El saliente al que agarrarse para creer en la histórica de Copa. Porque lo que viene, ahora, es el Villamarín. “Sí se puede”, cantó el barrio en la despedida de sus jugadores.