El Rayo Vallecano sólo despertó cuando se vio abajo en el marcador. Es un equipo que necesita que le pinchen, verse sangrar. Y esa fórmula le está haciendo meterse en un buen lío, porque este empate es un paso atrás, otro. Desde el 2 de enero de 2021 no se gana un partido en el Estadio de Vallecas. Ya van 56 días de amargura con tres derrotas consecutivas: Mallorca (1-3), Barcelona (1-2), Tenerife (0-1). Ello, acompañado de los malos resultados también fuera de casa (con permiso de Cornellà), han hecho que el equipo pase de hablar de ascenso directo… A asomarse al abismo del playoff. Y entre esas, llegaba a Vallecas la Ponferradina de Bolo: un equipo sólo 1 punto por debajo y dispuesto a dar el sorpasso. Con poco que perder y mucho que ganar.
El problema de las luchas en el barro es que son sucias. Y bajo esa premisa debe partir esta crónica, porque ese fue el estado del césped de Vallecas, otra vez. 51 días después de Filomena y tras numerosas plegarias públicas de jugadores, nada ha cambiado. La portería ubicada junto al muro era literalmente un homenaje a la playa de La Concha, un arenal; la banda protegida por la sombra, un patatal; y el resto del campo, una superficie de plastilina que se iba levantando al paso de los tacos. En definitiva: un desastre al que no se pone solución. Y sobre el que es muy difícil practicar buen fútbol.
Aunque eso no debe servir como justificación para la bochornosa primera parte que hizo la Franja. Iraola mantuvo a Guerrero en punta y dio entrada a Andrés Martín en banda. Además, retornó Dimitrievski bajo palos, de la cuales parece inexplicable que Iraola siga planteándose quitarle: el macedonio fue, otra vez, un héroe. Porque la Ponfe pudo adelantarse muy pronto, pero se topó con el muro de Kumanovo. Sielva soltó un zapatazo en la corona del área, el portero repelió y Valcarce, en la frontal del área pequeña y con todo a placer, se volvió a encontrar con Dimi (mezcla de paradón y error estrepitoso del 20, que disparó muy centrado).
Todo era de la Ponfe, que tocaba siguiendo la batuta de Bolo, conocedor de las flaquezas franjirrojas como si fueran suyas. Le tiene tomada la medida a ‘su Rayo’ y ya lo demostró en la ida: cuando endosó un sonrojante 3-0 a los vallecanos. El Rayo sólo se estiraba por el flanco izquierdo, agarrándose a la velocidad de Álvaro García, el único salvable de los 10 jugadores de campo. El gaditano, por protagonizar, eclipsó hasta las polémicas: Caro le derribó cuando se marchaba en carrera… Pero el árbitro sólo le mostró amarilla. El maravilloso mundo de la Zona DOGSO, un planeta aún por descubrir.
Casi toda la emoción quedó emplazada para la segunda parte. Era un partido de esos que parecen tan cerrados, que acaban dando la sensación de sólo poder declinarse por un detalle. Por un error. Y como nadie nunca quiere cometerlo, nadie se abre. Acaba siendo un ‘quien marque, gana’ puro y duro, como en los partidos callejeros cuando el dueño de la pelota debe irse. Y el primero en golpear fue la Ponfe: penalti absurdo de Saveljich, que derribó claramente a Yuri cuando entraba en el área. El brasileño, alérgico a ponerse nervioso, disparó durísimo a su izquierda y, aunque Stole adivinó el lado, no llegó a detenerlo.
Sólo con ese derechazo fue capaz de despertar el Rayo. Tan sólo 4 minutos después, el León de Nevir sacó a relucir su zarpa e igualó la contienda: Álvaro García puso un centro con la pierna mala y Guerrero, incomprensiblemente solo dentro del área, anotó con un cabezazo picado. Primera diana del toledano en su nueva etapa con la Franja. Los últimos minutos fueron de los de Iraola, que apretaron y presionaron la salida de balón, asfixiando a su rival, pero sin mesura. Iraola, cansado de las medias tintas, dio entrada a Qasmi por Óscar Valentín y pasó a jugar con dos delanteros. Todo o nada, a tumba abierta.
Pero no llegó la épica. Centros laterales, disparos lejanos, gritos en caídas… Fue un combate bélico liderado por los corazones. La Ponfe aguantó bien replegada en su campo y sostenida por un enorme Caro; el Rayo volvió a pagar el delito que tanto tiempo lleva abonando: la falta de gol. Qasmi, en el 89′, enganchó un misil desde la frontal que salió a centímetros del poste izquierdo. Y Álvaro García, en la última del partido, no pudo empujar un centro durísimo de Bebé. También en el tiempo de descuento se fue a la calle Saveljich, que vio dos amarillas en apenas tres segundos: la primera, por una falta y la segunda, por encararse con el árbitro.
El empate mantiene al Rayo en el filo de la sexta posición, sólo 1 punto por encima de la Ponfe (el cual se lleva el golaverage particular, 4-1) y con la posibilidad de que Mirandés y Girona acaben la jornada a 2 puntos. La vista, ya en Las Palmas, donde deberá viajar el equipo para jugar el próximo sábado (18:15 horas, Movistar LaLiga). El ‘resucita equipos’ no sabe resucitarse a sí mismo. Y el sueño del ascenso cada vez parece más complicado, por puntos y por sensaciones.
Las épicas son bonitas, pero tampoco estaría mal ofrecer estabilidad al barrio de una vez. Vivir algún fin de semana plácido, tranquilo. Dejar de dar volantazos y meter, de una vez, velocidad de Primera en la autopista del playoff. Ser un equipo firme. Pero no, el Rayo prefiere la volatilidad. En resumen: le toca seguir bailando en el abismo.