Sí, sí vuelven. Volvieron. Los rayistas, los abonados; el Rayo Vallecano en su esencia. Hace 588 días se jugó el último partido sin restricciones de aforo en Vallecas, un Rayo-Elche; paradojas de la vida, la reapertura del pulmón obrero tuvo a los mismos protagonistas. El resultado, para chasco de unos y verbena de otros, fue diferente. Vallecas volvió a latir y su Franja, a ganar. La herida de El Sadar cicatrizó en segundos con medicina ‘zona Europa‘. Brebaje mágico.
Y eso que la mañana empezó rindiendo culto a la Ley de Murphy: si algo puede salir mal, lo hará. Vaya agorero aquel Murphy, pero cuando tiene razón, se le da. Porque el Rayo, ejemplo a escena, comenzó siendo un homenaje al norteamericano. Un equipo tan aguerrido como endeble. Cada ataque era una navaja y cada defensa, una odisea. Muy bien arriba, regular abajo. No entraba la pelota y, bajo esas, llegó el primer revés. El Elche, que vivía atrincherado en área propia, evadió puntualmente una presión, Lucas Boyé enganchó un disparo mordido y, tras tocar en un defensa, entró en la jaula de Dimi. Hasta tres había tenido la Franja, que quedó perplejo. La eficacia es así. Calidad antes que cantidad.
Vallecas, como antes, como siempre, aupó a los suyos con una ovación al unísono. Y el Rayo, como antes, como siempre, se levantó de la lona. Mario Hernández, vestido de Sergi Guardiola (el eslabón más débil de los franjirrojos; desaparecido y sin disparos) enganchó un cabezazo picado para superar a Kiko Casilla. 1-1 y descanso. El Rayo estaba siendo mejor. Y a Murphy se le empezaban a traspapelar los papeles de su teoría.
Fue el primer puñetazo de la remontada. El Rayo salió adormilado de vestuarios, pero un disparo alto resultó suficiente para enchufar a la grada y, por ende, al equipo. Como dos siameses que comparten corazón. Fue una inyección de taurina que devolvió el partido a sus raíles: tiranía franjirroja. Sólo faltaba el gol. Y como no salía el Tigre, lo que apareció fue una Pantera. El pistolero de París. Nteka, desencadenado. Entró sustituyendo a Guardiola y, a los 5 minutos, enganchó un derechazo desde la frontal que entró por el palo largo. Así, sencillo. Fútbol de sota, caballo y rey.
El Elche acabó con más pólvora que cañón: Lucas Pérez, Guido Carrillo y Lucas Boyé, juntos en punta. El ex de la Franja tuvo la última, en el descuento, con un remate acrobático que lamió el larguero… Y paró varios corazones. El segundo capítulo gozó de tantas pausas -y peripecias- que el fútbol fue secundario. Kiko Casilla pegó un pelotazo a la grada (vio la amarilla), Mojica no devolvió un balón tras un lance y se ganó la ira de la que fue su gente (se marchó entre pitos) y dos jugadores franjirrojos se fueron tocados: Mario Hernández y Saveljich. Todo frenético, menos el marcador. Fijo en el 2-1 hasta el agónico silbido de Jaime Latre. Vallecas sufrió y supo sufrir.
Los Ibuprofenos son cada 8 horas y lo del Rayo con Europa, cada 7 días. Un idilio idílico. Una realidad. De momento, sexta plaza (pues Sevilla y Osasuna ganaron). Rugió La Vida Pirata, otra vez. Ska-P lo simplificó todo en una frase: “Chaval, esto es Vallecas”. Ya lo es, otra vez.