La curiosidad mató al gato y el respeto, al Rayo. Tenían claro los de Iraola -y hasta todos los habitantes de Vallecas- que la fórmula para meterle mano al Madrid era el descaro, rozar la impertinencia en la sede del fútbol de corbata; pedir perdón antes que permiso. Pero el alumno llegó al examen y se quedó en blanco. Todo lo planeado y trabajado fue papel mojado, engullido por un agujero negro llamado nervios. La Franja tuvo demasiado respeto al Madrid… Y hasta pánico escénico al Bernabéu. Con minucias se rompió en defensa y cuando pisó área foránea, se precipitó. Fue un equipo tembloroso, a años luz de su mejor versión. Y aunque acabó suscitando orgullo, cuando quiso espabilar, ya era demasiado tarde. David tumbó a Goliat porque no riló con el tirachinas; el 6 de noviembre de 2021, en Madrid, Goliat acabó con David. Aunque este le miró a los ojos con menos remordimientos que El Barrio.
Los pequeños instantes de ilusión, en la primera parte, fueron más bien alucinaciones. Trampantojos. A los 40 segundos enfiló portería Álvaro García, teniendo el balón en la pierna buena y toda la meta para él, pero su disparo fue síntoma y aperitivo de lo que esperaba: mordido y fuerísima. Eso fue el Rayo, un equipo impreciso, sobreexcitado y tímido. Todos los jugadores transmitieron una agitación anómala. Otro ejemplo de ello, el primer gol anulado al Madrid: Catena, tras despejar de cabeza, echó a correr hacia adelante para intentar taponar lo que habría sido un tiro desde 30 metros. Esa decisión, tan valerosa como disparatada, hizo que tres jugadores del Madrid se quedasen solos en el área. Marcó Vinicius a placer, claro; pero la diosa fortuna guiñó a la Franja: fuera de juego previo de Benzema.
Con ese panorama el 1-0 era cuestión de tiempo, y llegó caricaturizando a la defensa franjiblanca. Pase larguísimo hacia Vinicius, que echó a correr en fuera de juego… Roto por Fran García que, inexplicablemente, quedó descolgado a 50 metros. Asensio acabó sirviendo un centro raso que Kroos fusiló de primeras. El segundo llegó por medio de Benzema, pícaro para aprovechar un desconcierto Catena-Dimi y rematar a placer un excepcional envío de Alaba. Sólo Trejo, que no se altera ni en un incendio, transmitió templanza. Los detalles del Chocota (200 partidos con la Franja) fueron un oasis entre el cataclismo de la primera parte. Si no el peor, estaba siendo uno de los peores Rayos de la temporada.
En la segunda parte el Madrid siguió llegando con asaz facilidad. Y los vallecanos echaron en falta a todos sus pilares: nada de Isi, Alvarito se ofrecía pero yerraba, Nteka fue un fantasma, los laterales no subían… No estuvo el Rayo, que vivió uno de esos días raros, como los de Vetusta Morla. Un día gris, como los de Zahara. Hubo demasiado Taburete la noche en la que debía retumbar Ska-P. El sueño de asaltar el Bernabéu, a la hora de juego, ya se había esfumado como el humo de un cigarro. Y la misión pasó a ser salvar los muebles; evitar la mayor y, tal vez, cazar un gol que comprimiese los minutos finales. Pues llegó, porque con Falcao sobre el campo todo es posible.
Los de Ancelotti se relajaron en el último cuarto de hora y el Tigre olió la sangre. Cazando un centro lateral, enganchó un cabezazo que tocó en la suela de Alaba, desvió su trayectoria y entró en la jaula. El colombiano fue suplente por molestias en los aductores y duró 12 minutos. Estaba entre algodones, forzó, dejó su huella y se fue. Antes, Bebé había estrellado un balón en la madera. Rondó el empate la Franja, pero se ahogó en la orilla. Especialmente cruel fue el fallo de Óscar Valentín en el descuento: con Courtois tumbado y el balón en los pies, ejecutó mal. El error de su vida en el que pudo haber sido el gol de su vida. Pidió penalti de Camavinga (contacto claro; para el árbitro, que sólo añadió 3 minutos, insuficiente). La miel se estancó en los labios. De vuelta a Vallecas sin botín.
En boca de Trejo, a declaraciones para este medio: “La vida te va poniendo mil piedras por el camino, y ya es decisión de cada uno qué hacer con ellas”. Al Rayo le toca aplicarse el cuento, tomar nota de los errores y aprender. La Castellana le hizo pequeño; la historia le dio vértigo. El mayor delito que puede cometer este equipo es perder su esencia; no ser intrépido y valiente. Y ante el Madrid, durante más de una hora, pecó. Fue incapaz de gestionar la presión. Y cuando aprendió a hacerlo, se quedó sin tiempo. A veces más vale tarde que nunca, otras no.
Se pasó del pánico al orgullo. Esa fue, al menos, la glosa positiva.