Hay aterrizajes más tranquilos que otros, y el del Rayo Vallecano en Primera fue casi de emergencia. No le quedó otra después de quedarse con diez al cuarto de hora. La noche, que debía ser para soñar, rápidamente se convirtió en un ejercicio de resistencia y trincheras. De salvar la cabeza e intentar no acabar con ella en la mano. Se hizo, porque el equipo remó contra lo que le tocó y demostró compromiso. Y aunque el premio de los puntos se quedó en Nervión, Vallecas recogió frutos del primer capítulo liguero.
El primer cuarto de hora fue un oasis antes de la tormenta. El Sevilla tomaba contacto y entraba en calor ante un Rayo valiente en la presión, sin miedo a morder y/o equivocarse. La Franja, como avisó Iraola, salió denodada, decidida a vivir o morir con dignidad. Pero todo se torció.
Era el minuto 16 cuando Luca Zidane, de una tacada, cometió un penalti y vio la tarjeta roja. Tras una imprecisión con Mario Suárez (que comparte culpa e incluso le supera), midió mal y agarró a Idrissi cuando enfilaba la línea de gol. Una inocentada carísima y todo al traste. En-Nesyri no se puso nervioso e hizo el 1-0: portero a un lado y balón al otro. Clásico.
Iraola, que para dar entrada a Dimitrievski decidió retirar a Trejo (no se lo tomó bien y lo pagó con una nevera), apretó los puños viendo como le tocaba improvisar un plan quimérico. Comesaña, ejerciendo de líder, pedía calma y cabeza. Quedaban casi 70 minutos en Nervión, perdiendo y con uno menos. Casi nada. Hay Himalayas que achantan menos.
El Rayo, ante esa tesitura, optó por acunar el partido, llevarlo a un ritmo lento, que no se moviese el 1-0 y soñar con cazar una al final. El plan, como era de esperar, tuvo fisuras. Y entre tanto, Nteka no dejó de recibir hachazos, siendo foco de balones largos y segadas a partes iguales. Hizo lo que pudo en un estreno con luces, que le aúpa.
A los pocos minutos de la segunda parte llegó la sentencia: Lamela, que debutó, enganchó un rechace, el balón tocó en Catena y se coló en la red. Lo utópico pasó a ser imposible. Ya sólo quedaba luchar con orgullo para evitar una avalancha.
Apenas pasó más. Pathé Ciss y Merquelanz debutaron cariacontecidos por el escenario, que apenas les ofreció oportunidades para lucirse. El Sevilla, cómodo en superioridad, manejó los tempos y amarró el triunfo sin someterse a desgastes. Sólo Lamela, que vislumbraba un debut aún más de ensueño, rompió en vertical y circuló en otra marcha. El ahínco tuvo recompensa y encontró su doblete en el tramo final. 3-0, tiro de gracia.
La Franja, cruz de la moneda, no encontró ni el del honor, cerrando su regreso a Primera con un 3-0 en Nervión que, dado el contexto, sabe insípido. Ni duele ni resulta especialmente analizable. Fue una herida que no deja sangre. Con la victoria como un imposible, el equipo al menos derrochó coraje y pundonor. Murió de pie.
No será esta temporada la de la primera victoria en Sevilla. Deberá ser la de muchas otras cosas. El aterrizaje, no hay duda, resultó forzoso. O el despegue. Al fin y al cabo es sólo la primera jornada. Quedan 37, mucho vuelo.