Santo dislate en Semana Santa. Un Rayo Vallecano resiliente hasta las trancas, con la armadura de Matagigantes (el Valencia es uno dormido) y dispuesto a encender la traca de la resurrección, se quedó a cuadros tras un penalti por mano de Balliu. Una involuntaria, tras un cabezazo a bocajarro, en posición natural y que no frenaba ninguna acción clamorosa. Una mano que nunca puede ser mano y menos, de VAR. Eso jamás, porque no es “clara y manifiesta”. Pero el criterio sigue siendo una ruleta de la fortuna que irrita a diestro y siniestro. Sin importar el color de la bufanda. Ha tenido que venir algo así para unir al mundo del fútbol. Al menos servirá para demostrar que aquel Camino de las Utopías del que hablaba Robe, existe.
Sobre el césped, una Franja colgada del larguero, pero con arte. Porque desde el 0-1 el partido fue un asedio che y a la vez, una oda a la impotencia. Al no encontrar la manera. Pudo ganar el Rayo que, a poco que lo conozcan, ya saben cómo funciona: a más difícil, más posible. El eterno inexplicable de un equipo con tendencia a relajarse ante lo fácil y enchufarse ante lo arduo. Lo era ganar en Mestalla en el peor momento de la temporada: seis partidos sin ganar, con sólo cuatro goles a favor y ocho en contra. Desde aquel hundimiento en Getafe, pifiazo de Dimitrievski mediante, el Santa Inés se ha sumergido en un mar de dudas. Perdió chispa, perdió eficacia, perdió puntos. Y Liverpool parece alejarse casi resultado de un movimiento de placas tectónicas.
Pero pudo ser el lunes de la resurrección. Porque qué tendrá Valencia que enchufa al León de Nevir. Ya pasó en La Cerámica (0-1), una noche de esas que invocan al Matagigantes y dejan sin palabras. Apostó Iraola por el equipo de sus intocables, donde la única duda ya es quién gana el pulso del delantero: RdT o Camello; Camello o RdT. Esta vez la titularidad fue para el Sub-21 (que no marca desde Vila-Real, hace ocho partidos), acompañado de Trejo e Isi, los magos sin varita en el último baile antes del parón. Salió valiente la Franja, con la intrepidez que requiere ganar en un estadio de estas magnitudes. Ante un rival que se juega tanto como el Valencia. La vida, sin eufemismos.
Killer Comesaña
Y encontró el tesoro más preciado: un gol tempranero. Fue un centro desde la izquierda, Camello desplazó a Gayà hacia el interior y permitió que Comesaña, totalmente solo en el punto de penalti, controlase y marcase con la zurda. Tocó Mamadarshvili, que no pudo detener. El jolgorio de los vallecanos desplazados para dar calor a otro lunes de “rellenar horarios” inyectó adrenalina en un equipo que activó el modo resiliencia. Despejar, aguantar y suspirar. Porque a partir de entonces casi todo pasó a ser un monólogo del Valencia, al que le faltó encontrar la escopeta de Cavani. El peligro llevó la firma de Lino y Kluivert.
Este último, sin ir más lejos, tuvo la más clara con un zurdazo que se estrelló en la madera. Una tras otra, Dimitrievski supo sostener la fortaleza, reluciendo seguridad y vislumbrando el récord de Koke Contreras (está a una portería a cero de llegar a las diez en una temporada). El Rayo fue un equipo guerrero, pero poco sólido. Al que le llegaban mucho, pero no llegaba a sangrar. Un sufrimiento colosal que aumentó con la entrada de Hugo Duro, mucho más peligroso que Cavani. El asedio alcanzó cotas preocupantes y para frenarlo, Iraola dio entrada a Unai López y Chavarría por Álvaro García y Trejo. Más músculo al medio, más piernas defensivas. Más ladrillos a la muralla.
Una mano de traca
Fue un final de taquicardias, con Samu Castillejo sin acertar en zurdazos lejanos, Diakhaby perdonando por alto y Kluivert no hallando la guinda. El Valencia pudo ganar por insistencia y encontró un penalti fruto de la misma. Uno esperpéntico: la mano que señaló Figueroa Vázquez en directo… ¡fue de Diakhaby, que estaba atacando! Tuvo que ir al VAR a verlo; santa tecnología en Semana Santa. La misma que zancadilleó minutos después: mano de Balliu. “No puedo decir lo que pienso, porque me sancionan. La tiene pegada, recogida. Me estoy mordiendo la lengua… si hablo, me van a sancionar. Y quiero dejar claro que el Valencia merecía el empate, pero no así”, dijo Iraola en zona mixta.
Asumió la responsabilidad Kluivert, que engañó a Dimi con mucha clase y firmó las tablas. El empate en un partido donde el empate era el resultado más justo, pero no por el camino del bochorno. De una mano sonrojante que vuelve a abrir el baúl del debate. La Historia Interminable. Que baje dios y lo vea.