El Rayo Vallecano se jugaba la permanencia en Primera División contra el Mallorca, equipo de Segunda. El calendario marcaba 1 de junio de 1996, y Vallecas empujó a su equipo para voltear la eliminatoria de promoción, tras el 1-0 a favor de los bermellones en el partido de ida. Una de esas noches para el recuerdo franjirrojo, con un nombre propio.
Onésimo, héroe de Vallecas
El partido comenzaba eléctrico, con un Rayo Vallecano enchufado. Ezequiel Castillo llevando la manija del partido, Aquino y Guilherme generando peligro, y Onésimo haciendo diabluras por la banda. El once franjirrojo lo formaban Wilfred; Cota, Baroja, De Quintana, Alcázar; Ezequiel Castillo, Martín González; Barla, Aquino, Onésimo; Guilherme. También jugaron Abel Resino, Cortijo y Calderón.
El killer brasileño, Guilherme, solo tardó 13 minutos en marcar el 1-0. Eliminatoria igualada y el equipo de Primera División tenía todo el partido por delante para darle la vuelta. Las sensaciones eran fantásticas, la grada empujaba y Vallecas soñaba con la permanencia.
Eso sí, el drama siempre está latente en la Albufera, y el Mallorca comenzó a deshacerse de la presión local. El miedo vallecano llegó en el minuto 24 con la expulsión de Wilfred. Una contra bien jugada por Morales era detenida por el meta rayista con la mano fuera del área. El equipo dirigido por Fernando Zambrano se quedaba con un jugador menos, y tenía que salir Abel Resino para salvaguardar la portería. Con uno menos, la sensación se tornó de alegría a tenacidad.
Todo lo demás fue una convulsión de energía y tensión, unos minutos de angustia, presión y nervios en el Estadio de Vallecas. Hasta que llegó la vaselina del mago, del hombre capaz de darle la chispa de magia necesaria para deslumbrar un partido. Pocos jugadores hay con el talento y el regate de Onésimo.
El partido entraba en su recta final. Minuto 81 cuando la poderosa visión de Calderón desternilló la adelantada defensa visitante. El mediocentro cogía un balón dividido en el centro del campo, y con una precisión despampanante, lanzaba el balón al 7 de Vallecas, al genio, que dejaba botar varias veces el esférico y según llegaba, desde la frontal, lanzaba un derechazo que se colaba por la escuadra. Uno de los mejores goles y de los mejores momentos vividos en la Albufera. Era el 2-0 y pese a jugar con un jugador menos, la franja aguantó los 9 minutos restantes para llevar la fiesta a un barrio que lograba quedarse en Primera División.
Cabe destacar que Rayo Vallecano y Mallorca volverían a vivir una eliminatoria de promoción mucho más tensa justo la temporada posterior. En aquel 1997, la película fue favorable a los bermellones. Pero esa ya es otra película que contaremos otro día.
Y como guinda del pastel, el partido completo