DE OTRO PARTIDO.
De Frutos fue el peligro.
Empate con sabor a empate en Miranda del Ebro. Un choque entre dos equipos que prometían buen fútbol, pero en lugar de eso hubo un recital de pérdidas y la pelota estuvo casi más tiempo en el aire que en el suelo. Lo diferente fueron las arrancadas de De Frutos por la banda, y un zapatazo suyo que hizo temblar el larguero a los 16 minutos de la primera mitad. En la revancha, de nuevo tablas. Un Rayo sacrificado, más peleón que inteligente, arañó un punto en un campo difícil y en un gran momento del Mirandés.
EL REMAKE
Los cromos repetidos.
Hubo detalles, intentos de algo, pero nada elaborado. Ulloa ganó todo por arriba. Baja la pelota, pero la jugada no progresa, como tantas veces lo dijimos. Muere entre los defensores rivales o se reinicia con un pase atrás. Milic siempre es azarosamente impreciso y comete más faltas que aciertos, y a Álvaro García, que ya le sale muy poco, hoy no le salió nada. Entonces, mientras sigan estas repeticiones, tan evidentes como para buscar una solución (o al menos evitar que se ocurran todas juntas), el Rayo será una incertidumbre: el Santa Inés a la deriva en el mar de las matemáticas.
LO QUE SE LLEVA EL OJO
La presión en cada sector.
Aunque reinó el desorden y la falta de jugadas claras, el Rayo supo mantener la calma dentro del caos y se ubicó bien. Algunos jugadores como Andrés, Catena, Ulloa o Advíncula, se dejaron más la piel que el fútbol. Ese choque de fuerzas fue un justo reparto de puntos, aunque el Rayo hizo más que el Mirandés para llevarse el triunfo. El ojo también se queda, por supuesto, con el balón al larguero de De Frutos.
EL NÚMERO 12
La voz del estadio.
Fueron las gargantas rayistas, una vez más, las que nunca se callaron y disfrazaron al Estadio Municipal de Anduva en el Estadio de Vallecas. Le pusieron audio infinito al partido. Lástima que faltó escucharles gritar lo más esperado: un gol de La Franja.
EL DIVÁN
Álvaro García, para que gane confianza.
No sabemos qué le ocurre. Hoy entró en el segundo tiempo y jugó uno de sus peores partidos. Desconocido con el balón (o ya reconocible); sin confianza ni actitud, un Piovaccari de la banda. No se asoció nunca y, cuando quiso hacer la guerra por su cuenta, no se fue de nadie. Se fue del campo cuando terminó el partido. Eso sí.
EN DEFENSA DE…
Advíncula y Dimitrievski, en un podio sin tercero.
En la única clarísima del Mirandés, Dimitrievski hizo un paradón con reacción hacia atrás y se festejó el 0-0. Como felizmente nos viene acostumbrando, estuvo seguro en las salidas y en los balones aéreos. Sacó bien por las bandas y rápido, inaugurando ataques abiertos, con espacio.
Advíncula fue un ida y vuelta constante, llevando la pelota y cortando avances peligrosos, siendo a veces el último hombre. Ganó por arriba, por abajo, por atrás y por los costados. Estuvo rápido de piernas y de ideas.
Otro empate, pero este se agradece, sobre todo si la sensación que el Rayo deja es que jugó para ganar.