DE OTRO PARTIDO
Mucho Rayo, oe.
Sin duda en el mejor partido del Rayo en lo que va de temporada, y con duda es si no ha sido uno de los mejores en los últimos años. Anoche, la ausencia de Embarba no solo no se notó: fue un estímulo, porque el Rayo olvidó los individualismos y eligió ser un enorme jugador global. La dependencia, y debido a eso el juego tan reiterado buscando a Embarba, contra el Real Betis mutó en equipo. Noche inolvidable, de fútbol épico, inteligente. Noche de Champions pobre que aumentó la venta de pastillas contra el dolor de garganta en las farmacias de Vallecas.
EL REMAKE
Repetición acelerada de lo positivo.
Lo que siempre se hizo bien de manera tímida, anoche se hizo más y en cámara rápida: la salida con el balón desde atrás, la presión, el juntarse, un mediocampo que dio la cara y por donde circuló mucho la redonda; jugar por las bandas aprovechando a Saúl y a Advíncula, los centros bien puestos, la presencia de gente en el área. El Rayo, tan desconcertante, fue el mejor equipo de todos los que venía siendo.
LO QUE SE LLEVA EL OJO
Tanta elegancia no es suerte.
El Rayo mereció ganar. Dueño absoluto del partido, le faltó ser dueño del resultado. Y si el equipo siempre sufre, anoche tocaba sufrir. Pero la elegancia -cuando se mantiene su posesión como si de un balón se tratara- puede con todo; contra las simulaciones, la lluvia, un equipo de Primera, las amarillas que se guardan los árbitros y los penaltis no pitados. Pozo, Mario Suárez, Trejo y Montiel fueron los hilos de seda que movieron al equipo con elegancia coreográfica. Pudieron con todo.
EL NÚMERO 12
Fueron cada número.
La grada llevó como nunca la camiseta, la hinchó con los pulmones y el concierto permanente, por el que sin duda se hubiera pagado una entrada sin partido. La hinchada nos recordó grandes jornadas. Ojalá futuras hazañas nos reenvíen a esta. Registrada queda en el software mental: 23 de enero de 2020.
La voz de la hinchada jugó su mejor partido. Pitando a Álex Moreno, cantando sin cortes en los goles del Rayo y, en los goles de ellos, como si fueran accidentes temporales. La afición rugió en los penaltis. El viento de los gritos llevó arriba del larguero los disparos de Joaquín y de Tello. No los falló el Betis: los acertó fuera de la portería la gente. Y después, siguió la locura. Todavía nos persigue esa música…
EL DIVÁN
Primera consulta vacía del año.
Aunque se le podría reprochar a Jémez el no haber puesto a Saveljich, ya que con él la defensa hubiera pasado menos apuros (y sabemos cómo va de cabeza en el área contraria), dejemos a Paco que se levante tarde y después, cuando quiera pero hoy, comience a preparar el Rayo- Extremadura.
EN DEFENSA DE…
Morro y compañía.
Si Morro tiene todo para ser un gran portero, ayer demostró que ya lo es. Contra el Tarazona salvó al Rayo, pero lo de anoche fue descomunal. Está siempre bien parado, tiene pies en las manos y manos en los pies; tiene cabeza. En el primer tiempo lo complicaron con un pase atrás y resolvió con una media finta de experto. Además de otros dos, el mano a mano que le sacó a Tello con el pie, mirando a la defensa ya rota de esfuerzo, podría ir en el primer párrafo: de otro partido.
Saúl sigue pidiendo la banda y puede que también haya sido el mejor partido de Advíncula desde que está en el Rayo. Por fin le puso criterio a su rapidez: velocidad al servicio de desbordes peligrosos y del segundo gol; al servicio de recuperar balones sin cometer tantas faltas. Advíncula fue el de la Selección de Perú. Catena, otra vez omnipresente: primer gol y último, el del penalti. En ese bocadillo con dos panes, el “Bocadillo Catena”, nos comimos al Betis. Y mención importante para Martín. Por fin jugó el partido que tendría que haber jugado. Ojalá se repita.
Final de la crónica. Un Rayo parecido al mítico Rayo, envuelto por una afición que pareció una mezcla de aficiones de todas las épocas, está en octavos de la Copa del Rey. Y si hasta aquí fue el trayecto, no importa. Que nos quiten lo gritado.