DE OTRO PARTIDO
La suerte.
El Rayo no supo ser superior ni siquiera cuando el Numancia se quedó con diez. Un triunfo justo y bienvenido, sí. Pero era lógico y no tendría que haber llegado con tanto sufrimiento.
EL REMAKE
Los títeres sin hilos del mediocampo.
Gol aparte -el penalti fue- Mario Suárez estuvo difuso y Valentín, en ese mismo registro, proclamó la invisibilidad. Ambos se borraron en un partido que pedía mostrarse; regalaron, estuvieron poco omnipresentes.
De Frutos, notable, está vez marcó también el camino del equipo y no solo el propio.
LO QUE SE LLEVA EL OJO
Villar es el 9, capítulo segundo.
En el fondo de la retina se proyecta un dominio difuso que terminó en triunfo por la dinámica de lo impensado (Dante Panzeri).
Puede no aparecer mucho, pero Villar es el peligro necesario incluso cuando no representa peligro.
ENVUELTO PARA REGALO
Las marcas en los goles.
No se pueden descuidar las bandas ni las marcas, porque es invitar a sufrir, masoquismo futbolístico, displicencia.
EL DIVÁN
Nadie. O Saúl.
Es lo mismo, porque Saúl no fue nadie. Se equivocó en muchísimos pases y centros y tuvo un no gran protagonismo. Álvaro García, capricho de Jémez retirado a tiempo para no entrar en la consulta, ha sido un desastre, confirmó que lo de Zaragoza fue una excepción.
EN DEFENSA DE…
Gracias, matemáticas.
Partido tranquilo y siempre controlado. Dimi no tuvo que ser San Dimi y la ausencia de Trejo no se notó. O se notó, claro, si la comparamos con esas ausencias históricas que siempre se notan: Míchel, Bolo, Willy, Felines, Potele, Cota, Costa, Coke, Bolo, Trejo…
El Rayo pasó de acariciar los playoffs a abrazarlos. Por favor, que ese abrazo vaya a más.