DE OTRO PARTIDO
Frutos, estelar.
Aunque el ascenso se vea como un objetivo difícil, parecía imposible también pelear por él, y al menos este otro objetivo -indispensable para conseguir el primero- está más cerca. A un punto, y queda el segundo tiempo contra el Albacete, que el Rayo lo jugará con un hombre más.
Vi dos partidos. El del primer tiempo, aburrido, monótono, anestésico, y el que queríamos ver: unos cuarenta y cinco minutos finales que ojalá se repliquen en el partido suspendido, porque el Rayo fue, en la segunda mitad, un equipo irreconocible comparado con el que inició el encuentro. Todo se afinó y se contradijo: cada pase, cada jugador, cada intento de pared. Si De Frutos estrelló una en el larguero, atacando para el lado contrario marcó un golazo descomunal, “antogológico”.
EL REMAKE
La timidez para ir a buscar el partido.
El Rayo peca de humildad. Teniendo recursos para matar el partido, se repliega y propone un combate de igual a igual cuando debería confiar más en su poderío. Este complejo de inferioridad futbolístico lo lleva a sufrir y a despertar tarde. El convencimiento de que se puede ganar no siempre depende del equipo. Surge más bien de la valentía de algunos que tiran del carro. Hoy, otra vez nos salvó Dimitriesvski más el VAR. Y el comandante fue De Frutos.
VENTANILLA DE RECLAMACIONES
¡Saveljich!
Que no juegue es una ventaja para cualquier rival. Y que juegue Milic, también. Por suerte Jémez hoy no alineó a Tito. Cuando la delantera está ahogada (no se entiende muy bien el dibujo: hay un punta, pero con las bandas muy atrasadas, Isi es más compañero de Suárez y de Trejo que de Qasmi, un atacante solitario, como lo era Ulloa), cuando la delantera está ahogada, decía, los defensores pueden hacer las veces de delanteros. Y esa doble función la cumplen bien Catena y Saveljich. Luna, no; ni Tito ni Milic. Por eso, no se entiende la suplencia -y la no entrada- de un defensor que además de tener espíritu y corazón, tiene gol.
LO QUE SE LLEVA EL OJO
El segundo tiempo de un equipo temible.
El Rayo dijo -tarde en el partido pero temprano en el campeonato- “aquí estoy”. Golpeó la mesa de los Playoffs y pidió una silla. Parecía que no estaba invitado a la reunión de cuatro, pero ojo: donde había incertidumbre empieza a haber fútbol; los errores están mutando en aciertos y los tiros al larguero se metamorfosean en golazos.
EL NÚMERO 12
Eterno Míchel.
Míchel entró ovacionado y se fue igual. No se esperaba menos para un señor jugador y un señor no jugador. Homenaje sentido del estadio a un ídolo que es gran parte de la historia del Rayo.
Esta noche, esa historia desfiló por el campo que tantas veces lo vio vestir la franja. No hace falta verlo para que sea inolvidable.
EL DIVÁN
Quizá Jémez, por no alinear a Saveljich. Pero no.
Porque no estuvo Tito y Álvaro García jugó muy poco. Consulta cerrada.
EN DEFENSA DE…
Dimitrievski, Advíncula y Valentín. Los reactores.
También, algo de Trejo, pero en la oscuridad. El Rayo tiene un mediocampo lento, como fatigado desde el inicio. Y eso produce un cortocircuito con la delantera que muchas veces no se sabe quién la forma. El balón dormita entre Suárez, Trejo, Valentín… se tarda en traspasarlo, se lo adueñan, lo amasan de manera exagerada… Cuando entró Montiel hubo un poco más de ritmo. Se nota la falta de juventud en el mediocampo. Dimitrievski fue otra vez San Dimi -y ya van muchas- y Advíncula se entregó como nunca. Lo dejó todo y más. Con sus fallos, sí, con sus imperfecciones, pero fue polifacético y cortó el césped de la banda en el campo.
A soñar de manera prudente: primero, con estar en los Playoffs. Y después… bueno, soñemos con eso y si se cumple ya veremos…