LA FIRMA INVITADA
Por David Briz (Cofundador de Unión Rayo)
Domingo 27 de junio de 1999. El Rayo Vallecano vence por 0-2 en Almendralejo al Extremadura asestando un golpe letal para tres días después certificar el ascenso a Primera División con su gente en Vallecas. Fecha gloriosa en la historia de la franja roja, fecha negra para el fútbol extremeño. En esa eliminatoria el CF Extremadura consumó su descenso a Segunda División y dejaba a la región sin representación en la élite después de cuatro años gloriosos en los que los azulgranas y el Mérida habían paseado el nombre de Extremadura por los mejores campos del país. Hasta hoy. Desde entonces, 20 años sin rastro de equipos extremeños en Primera División.
Pero esa fecha de 1999 es histórica también para el Rayo Vallecano. Esa feliz visita al Francisco de la Hera es la última experiencia, el último partido, la última vez que los de Vallecas pisaron Extremadura. El fútbol ha sido tan caprichoso que no ha unido los caminos del Rayo Vallecano y la región extremeña en las dos últimas décadas. Y ha llovido. Mucho tiempo. Demasiado.
Pero volvamos a Almendralejo y a aquella noche de junio del 99. Han pasado 20 años pero la recuerdo como si fuera ayer. Tenía 12 años y ya tenía muy claro que quería ser periodista deportivo. Y por supuesto era un fanático del deporte y los equipos de mi región que por aquel entonces vivían su época dorada. Ese ascenso del Rayo Vallecano a costa del Extremadura lo recuerdo con alguna lágrima y mucho dolor, el de ver caer del cielo a uno de los míos. Tres años antes, el propio Rayo fue también el verdugo del Mérida en su primer descenso de Primera a Segunda. Aquella tarde de mayo de 1996 asistí en directo a aquel partido en el Fondo Norte del Romano de Mérida. El 0-1 con gol de Barla mandaba virtualmente a los extremeños al pozo y otorgaba a los de Vallecas una permanencia heroica. En tres años dos golpes directos del Rayo Vallecano al corazón del fútbol extremeño. Imaginaos.
En 2005 fui a Madrid para estudiar Periodismo y en aquellos pasillos de la Facultad de Ciencias de la Información de la Complutense comencé a escuchar cada vez más y mejor el nombre ‘Rayo Vallecano’. Eran gente estupenda, gente que no se perdía un partido en Vallecas y que se dejaban la vida por acompañar a la franja por los campos de Segunda B. Algo se empezó a despertar dentro de mí, algo que no sabría explicar pero que me llevaba a guardar una mezcla de simpatía y curiosidad por ese club.
Hasta 2010. Ahí entró en mi vida Javier Boned, y lo hizo como lo hacen muchas de las grandes cosas que te pasan en el día a día, por casualidad. Le conocí y rápido se formó una química profesional entre nosotros muy especial. Ese tipo estaba tan loco como yo, pensaba. Le gustaba el periodismo deportivo y estaba convencido y dispuesto a dejarse las horas que hicieran falta de trabajo para cumplir su sueño. Los dos estábamos desencantados de hacer prácticas y no tener una oportunidad. En ese momento éramos becarios, él en AS y yo en Eurosport. Los ratos que no estábamos allí los echábamos en Unión Madrid, una emisora de radio sin más pretensiones que la de formar estudiantes pero que nos daba la oportunidad de tener un estudio y un programa deportivo de una hora diaria a nuestra disposición. En aquel edificio de la calle Maldonado pasamos horas y horas, tuvimos un millón de ideas, nos hicimos mil y una ilusiones y allí nació un proyecto y un sueño que terminamos haciendo realidad: Unión Rayo. Ahí nació una etapa maravillosa, una etapa que me cambió la vida.
Recuerdo lo que sentí la primera vez que atravesé en la línea 1 del metro el Puente de Vallecas, la emoción que viví al pisar el estadio. Y la Ciudad Deportiva. Mi primer partido. Los Ska-P y la Fiesta Pagana atronando por megafonía minutos antes mientras el fondo de Bukaneros saltaba y animaba sin parar. Ese estadio era un pequeño infierno para los rivales. Pero sobre todo, recuerdo la magia de ese campo. Y desde el primer día entendí que el Rayo Vallecano iba a ser para toda la vida. Después llegaron muchos partidos, primero en la grada y luego en la cabina 19. Durante cuatro años acompañamos a la franja en cada entrenamiento y por cada campo que pisó. Días buenos y no tan buenos. Permanencias y grandes victorias pero también Anoeta y aquel descenso. Pero por encima de resultados siempre sentí algo especial en ese barrio y en ese estadio. Alguien al que profeso una gran devoción me dijo una vez que cubrir periodísticamente un año al Rayo Vallecano te dejaba ligado de por vida a ese sentimiento. En ese momento no le creí. Pensaba que exageraba. Y evidentemente me equivoqué.
Pero más allá de magia, de pasión por el fútbol y su equipo y de mil cosas más, me emociona de Vallecas la capacidad que tiene de hacer sentir al de fuera como en casa. Y en particular cómo hacen sentir al extremeño uno de los suyos. A mí me lo pusieron siempre fácil. Decir que eres extremeño en Vallecas es sinónimo de una sonrisa mezcla de cariño, nostalgia y complicidad. Quien no tiene familia en Extremadura, tiene un amigo, o casa en un pueblo, o conoce a alguien, o le ha encantado tu tierra y si no, le caes bien porque los extremeños “son muy buena gente”. La vinculación que siempre percibí entre Extremadura y ese barrio y ese club roza lo sobrenatural. En cada partido en Vallecas siempre vi al menos una bandera extremeña en la grada (había una fija en el lateral de la Avenida de la Albufera). Es imposible ser de Extremadura y no sentirte en casa en Vallecas.
Durante los años que pasé allí siempre soñé con un día como el de este sábado. Con ver al Rayo Vallecano jugando en Extremadura. Y no pudo ser en ese momento, pero sí ahora. Y lo vivo con nostalgia pero sobre todo con mucha ilusión y felicidad. Felicidad no solo por mí, sino por todos esos rayistas a los que he conocido estos años y que soñaban con un partido así. Sé que éste no va a ser un partido más para ellos. Algunos de ellos vendrán a Almendralejo, otros lo disfrutarán desde la distancia. Porque el fútbol no son solo victorias y derrotas, goles y paradas, ascensos y descensos. El fútbol es algo más. El fútbol es sentimiento. El fútbol es unir lazos. Ha pasado mucho tiempo desde la última vez que el Rayo Vallecano pisó Extremadura. ¿Recordáis? Desde el 27 de junio de 1999. 20 años después, Almendralejo, el Extremadura y el Rayo Vallecano. El fútbol unirá dos de mis lazos y ahora no habrá ningún descenso que los separe.