Por Sergio López / Foto: Rayo Vallecano
Podría ser un bonito tatuaje algo así como “tener más tiempo el balón necesariamente no te hace ganar” o “la posesión no da puntos”. En honor a la prematurez de la competición lo dejaremos en una calcomanía, pero a más de uno esas frases se le están revolviendo en estos momentos. Porque el Rayo mandó –en su mayoría-, dominó, perdonó al Girona y, para variar, lo acabó pagando.
Es la idosincrasia rutinaria de la franja en los últimos años. Con el balón por bandera y como seña de identidad. Se ataca con el cuero y se defiende con el cuero. Todo pasa en torno de la posesión pero, de cara a puerta, las carencias son evidentes.
La primera parte fue franjirroja –o franjiazul, válgase la referencia a la segunda camiseta lucida en Montilivi- en su inicio. El Rayo tuvo tres oportunidades bastante claras en las botas y cabeza de Ulloa. El delantero, que se mostró aguerrido y luchador, no encontraba portería, pero transmitía una imagen positiva. Lo quería, lo buscaba y, cuando lo intentas con tanto ahínco, parece que es mera cuestión de tiempo.
Pero cuestión de tiempo sería el gol del Girona. En el minuto 28 los de Unzúe saldrían de su campo casi por primera vez y Stuani, que recogía un pase entre líneas, marcaría a Alberto con un potente chut raso al segundo palo. Sudores fríos en Vallecas. Más aún cuando el capitán salvaba un trallazo de Gallar desde la frontal que ya cantaba el Municipal de Montilivi. Se llegaba al descanso con la cabeza baja de saber que se había perdonado y que, lógicamente, se estaba pagando.
La segunda traería más igualdad. El Rayo tuvo el empate en un disparo raso y poco ortodoxo de Trejo, que se toparía con la madera izquierda de la portería de Juan Carlos. Era el primer aviso. Pero más definitivo sería el del Girona. Catena cometía una falta irrisoria ante Jairo Izquierdo, llegando tarde y golpeándole cuando este ya había incluso disparado a puerta y, Alberto, se lo había parado. Stuani no perdonó desde los 11 metros. 2-0 en el luminoso.
Jémez movería ficha e introduciría a Piovaccari por Catena. Músculo al ataque asumiendo riesgos en defensa. La zaga franjirroja, que ya estaba mostrando debilidad, pasó a ser un coladero. El Girona tuvo el tercero hasta en varias ocasiones mientras los vallecanos ya no conseguían ni la posesión. El drama iba tomando tintes mayúsculos.
Pero todo cambiaría en los últimos 20 minutos. La entrada de Bebé dio aire fresco al equipo, el Girona dio un paso atrás fruto del cansancio y el Rayo tomó la batuta. Un pase de Luna desde la izquierda hacia la derecha dejaría solo a Embarba dentro del área, con la fortuna que su disparo toca ligeramente en Juanpe y entra en la portería. Había partido.
El Rayo empezó a parecerse más al del inicio. Sacó casta y rozó el empate en varias ocasiones, pero Juan Carlos, con seguridad y la zaga catalana repelían todo. Stuani sentenciaría a la contra, con todo el equipo volcado, empujando el balón tras una gran parada de Alberto. Hat-Trick y lección de olfato goleador.
El duelo entre dos equipos llamados a ser candidatos al ascenso se lo llevó el Girona. Y las sensaciones sobre quién está más sólido y seguro de cara a un hipotético ascenso, también. El Rayo debe frenar la hemorragia defensiva, dejar de transmitir que el rival con muy poco le hace mucho daño y que ellos, sin embargo, tienen que generar mucho para perforar la portería rival.
Cuestión de encajar engranajes y cimentar bases. La garra de Ulloa, la rabia de Saveljich o la ilusión de Pozo son motivos para creer en un bloque cargado de calidad y que debe despegar. No es la imagen soñada tras cuatro jornadas, pero tampoco la demencial de años atrás. Ante el Racing, el próximo viernes, oportunidad para dar un golpe sobre la mesa.