Qué tendrá Granada que enciende a la Franja. El Rayo Vallecano ha vuelto, pese a no ganar, ha vuelto a latir. Su primera parte fue un rugido que ensordeció a la sabana. Un estruendo de vida que espantó a algunos de los fantasmas del temido descenso, aquel que pasó de sideral a colindante en un parpadeo. La Franja ve el Paseo de los Melancólicos y se llena de alegría. De fervor. Y con toda esa energía se convirtió en un huracán que se fue 0-2 al descanso, pero pudo ser 0-4 sin problemas. La faena se complicó con la controvertida expulsión a Comesaña (Petrovic fue indultado por una acción similar, pero él no tuvo esa ventura) y un bochornoso arbitraje de Hernández Hernández, pero los goles de Catena y Sergi Guardiola enchufaron de nuevo a los de Iraola a al ECG. Aunque el frenesí se evaporó con un penalti de VAR en el 92′.
Durante la primera parte sólo hubo un equipo, autor de un monólogo sobresaliente que recordó que este Rayo, cuando juega al fútbol, lo hace con vítores de artista. Fue prácticamente la perfección hecha equipo: una presión alta impecable, un ritmo frenético (el parón vino bien para recargar pilas), una defensa férrea y un olfato de tiburón blanco. En ese escenario, los goles llegaron como gotas en diluvio. Catena abrió el marcador con un cabezazo en el segundo palo a la salida de un córner y Sergi Guardiola, tras un quiebre de Álvaro García, definió con sutileza y precisión. Era el minuto 17 y el Nuevo Los Cármenes afinaba su melodía de viento, que fue a más. Porque Isi rozó el poste con un disparo con el interior y Alvarito, a la mediavuelta, forzó a Maximiano a estirarse a su izquierda.
Con esa poesía y un indulto a Petrovic, se llegó al descanso: el serbio llegó tarde y muy fuerte a un lance con Óscar Valentín, jugándose la expulsión… Pero se la perdonó Hernández Hernández, consciente de que la acción había sido de naranja y que era su decisión conceder la amnistía. Una decisión opuesta a la que tomó en los primeros minutos del segundo capítulo, cuando Comesaña cometió una notable imprudencia segando a Escudero y sí vio la roja (segunda amarilla). Ahí enloqueció el Rayo, que recordó al silbato canario su disparidad de criterio sin éxito. El propio Iraola, templanza personificada, llegó a ver la amarilla tras protestar varios minutos de incredulidad. Y la roja, poco después, por supuestamente pedirle a Álvaro que se fuese al césped al sentir una molestia. El árbitro llegó a sacarle amarilla incluso a los médicos del Rayo cuando salían a atender al utrerano.
Se quedó sin Comesaña la Franja, que abrió la enciclopedia de trincheras que luce en su estantería principal y se dispuso a resistir con el machete entre los dientes. Apretó la grada, que se ilusionó cuando Jorge Molina mandó un balón a la madera y demostró que sí se podía. Y creyó cuando el cuarentón de oro, brillante como la Alhambra, hizo el 1-2. Mario Suárez se equivocó saltando antes de tiempo a despejar un centro y propiciando que el delantero cazase un rechace de Germán; lejos de temblarle el pulso, fusiló con un obús a la escuadra derecha. Le quedaban 20 minutos a los vallecanos de sudor y personalidad. Hubo derroche de ambos, porque el trabajo no escaseó y la veteranía para matar tiempos y pedir el balón pese a la inferioridad fue latente.
La polémica llegó en el 92′. Sin protestas aparentes, Hernández Hernández fue al VAR y señaló penalti por supuesta mano de Mario Suárez, aunque en las secuencias no parece verse con claridad si le da o cómo le da. Asumió la responsabilidad Luis Milla, que marcó con un disparo raso a su derecha. Dimitrievski aguantó en el medio y no llegó en la corrección. Pudo ganar el Granada, que vio como Jorge Molina estrellaba un cabezazo en el larguero en el 97′. El Rayo Vallecano empató; casi volvió a ganar; volvió. Y con 33 puntos en el bolsillo, la permanencia virtual está a dos victorias, mientras que el descenso se aleja a 7 puntos. Las llamas del infierno ya queman menos. Y el partido ante el Valencia pasa a ser el día D y la hora H.