LA ESCUADRA
Las cosas se valoran cuando no se tienen. Qué gran verdad y qué mal acostumbrados nos tienen las gradas del Estadio de Vallecas. Ruinosas, sí, pero ruidosas. Pobres zaragocistas, que no saben lo que es vivir un partido con el rugir de la afición, con el apoyo de miles de almas tras ellos. Durante el partido que el Rayo disputó y perdió en La Romareda (inexplicablemente), no podía dejar de pensar una cosa. ¿Es el Zaragoza o el Real Madrid el que está jugando? Parecía el Bernabeu en chiquitito.
Y es que los ‘comepipas’ abundaban por doquier. “Siéntese que no veo”- le espetaba un aficionado a la joven que tenía delante-. 2-2, el Rayo acababa de empatar y la muchaha trataba de animar a su equipo. Pobre ilusa. 3-2, gol de Pombo, y la hinchada lo celebraba, para pocos segundos después acurrucarse en sus asientos cual esquimal en pleno invierno.
El contrapunto lo pusieron los de siempre. Durante todo el encuentro, no se dejó de escuchar a los vallecanos allí desplazados. No pararon ni un solo instante, y mira que la asistencia era de unas 17.000 personas. Irreductibles.
Y si por dentro La Romareda es de hielo, por fuera es… cómo decirlo finamente… fea con ganas. Muy fea. En serio, sorprendentemente fea. Creedme, trabajo para un periódico que cubre la información del Rayo Vallecano. Sé de lo que hablo cuando hablo de estadios feos y poco cuidados.
Pero no todo va a ser malo. Desde que llegamos, el trato fue exquisito con la prensa. Nos sentimos como en casa. Mejor que en casa me atrevería a decir (soy un valiente). Llegará el día en el que sea al revés. “Como en Vallecas en ningún sitio”- se escuchará-. Pero hoy no es ese día. Hasta entonces, presumimos de lo mejor que tenemos: nuestra afición.