Quizás al protagonista de este artículo no le guste el título, ya que el “bueno” de Alberto huye de todo aquello que sean “alfombras rojas” o “baños de after shave”. Tan cierto cómo su importancia capital en este Rayo cambiante que un año más ha de reinventarse.
Unos van, otros vienen, y es que el fútbol, cómo la vida misma, es un período constante de subidas y bajadas cuál montaña rusa en un parque de atracciones.
A la vez que unos buscan dar continuidad a la oportunidad aprovechada en la eterna Vallecas, otros intentan dar el impulso definitivo en este curso que comienza. Y en ese terremoto incesante de idas y venidas, se presenta un tipo que posee todo lo agraciado de su primer apellido.
Considérenme devoto de todo aquel espíritu insaciable, ese que mostró el de Moratalaz cuando perforaba la portería de Germán Lux por primera vez el pasado domingo. Su testarazo, en condiciones normales, hubiera sido sinónimo de “guateque franjiblanco” (recordar indumentaria del Rayo en Riazor…), no para Alberto, consciente de que esa diana no serviría para borrar de un plumazo su actuación hasta ese momento. Así es él, tan autocrítico cómo ambicioso.
Las gradas de Riazor iban viendo cómo los minutos iban pasando a la par que el súmmum futbolístico de Alberto alcanzaba su máxima expresión. Qué Bueno pertenece a la hornada de los especiales, no hay más que verlo en él verde, y cómo ser distintivo que es, tiene la capacidad de estar siempre – o casi siempre-.
Pase lo que pase, suceda lo que suceda, suelen aparecer para dejar una huella imborrable.
Los minutos se sucedían y las llegadas del Rayo se triplicaban. Un empate nunca es buen marcador para ese alma silenciosa tras la que se esconde pura adrenalina. El alma de un tipo que hacía gigante la enésima galopada de Aquino en este curso – y van dos jornadas- para entrar irrumpiendo en el coto privado de Germán Lux por segunda vez. Ese si era momento de soltar la rabia acumulada. Ser bigoleador en una plaza cómo A Coruña eran motivos más que suficientes para el festejo.
Lo que vino a continuación ya lo saben. Penalti en último minuto y empate con sabor agridulce. Un empate que, lejos de abastecer al sigiloso protagonista del choque, sirvió cómo carta de presentación para esta temporada.
Paco Jémez sigue trazando su cuaderno de ruta. Un cuaderno cuyas notas pasan por la botas de un pelotero “bueno”, muy “bueno”, extremadamente “bueno”.
Antonio Morillo (@AMorillo17)