Nunca una derrota es motivo de satisfacción. De ello dejaba constancia Paco Jémez al término del partido en el Santiago Bernabéu. El fútbol había sido cruel con el Rayo Vallecano en el tanteo final, pero también se había encargado de dejar momentos en los cuáles esta bendita afición puede sentirse orgullosa de la imagen dada por su equipo.
El colegiado decretaba el pitido final de partido y, en ese momento, no podía dejar de esbozar una sonrisa de oreja a oreja. Me intentaba convencer a mi mismo de que no había motivos para ello, sacando a relucir el lado más autodestructivo de mis pensamientos, pero no podía dejar de hacerlo. “Al final lo que se recordará es el resultado”. “Pues vaya, estar feliz habiendo perdido por 5-1, menudo panorama”. Estos y tantos otros argumentos intentaban revertir mi situación de felicidad, pero esa noche del 8 de Noviembre mi lado más “kamikaze” no iba a ver la luz.
Estaba contento, muy contento. Contento porque el Rayo Vallecano había visitado por cuarto curso consecutivo el estadio Santiago Bernabéu. Contento porque en el deambular de una noche plácida para él Real, había seiscientos locos desde el “gallinero” del estadio madridista que no paraban de cantar. Y sobre todo, contento porque el Rayo había jugado muy bien al fútbol a lo largo de la noche.
Admiro la valentía. Pienso que es el arma más poderosa que pueda tenerse junto a la pasión. Nada puede ser reprochado si en ello te has dejado hasta el último aliento. Fue admirable cómo él Rayo se iba recomponiendo de cada uno de los golpes asestados por el conjunto madridista. Para el recuerdo quedará ese tanto de Alberto Bueno, un tanto que nos hizo creer que lo imposible solo tarda un poco más.
Esto será difícil de entender para todos aquellos que simpatizan con el gigante, para esos que encuentran un momento de satisfacción en el fin de semana porque tienen la certeza de que, probablemente, su equipo vaya a depararles una alegría en forma de victoria.
Al final, cómo todo en la vida, la rutina acaba por vencer a la emoción, y esas rutinarias victorias de sábado noche acaban por entrar dentro del capítulo de “una más”. Por mis orígenes, acérrimo seguidor del equipo de mi pueblo desde que tengo uso de razón, siento que estoy predestinado a simpatizar con este tipo de equipos, con aquellos que consiguen hacer de la victoria un acontecimiento.
A ello es debido que no me supusiera grandes esfuerzos aficionarme al Rayo Vallecano cuando empecé a hacer vida en Madrid hace apenas tres años. Era un guión que estaba escrito.
Escribo estas líneas y sigo esbozando una sonrisa. No es tan fuerte como la del pasado sábado en el Santiago Bernabéu, pero si es la sonrisa de saber que lo que vi el 8 de Noviembre de 2014 es un motivo más para sentirme feliz por el equipo que decidí escoger cuando aterricé en esta bendita ciudad.
Antonio Morillo (@AMorillo17)