Magnífica. Así se puede denominar la función del Rayo Vallecano frente al Espanyol. He de reconocer que la duda mezclaba con la emoción a medida que mis pasos se dirigían a la cabina 19 del estadio de Vallecas. Dudas por cómo iba a afrontar el duelo el Rayo tras una semana infestada de halagos. Emoción, porque había ganas de empaparse de franja tras el partido del Camp Nou.
Quizás pueda pecar de prudente, incluso los más radicales, bien podrían emplearme la etiqueta de ‘cagón’. La cuestión es que mi visión previa del duelo, no iba, para nada, en consonancia con la catarsis a modo de euforia adquirida por unos pocos. El Espanyol, uno de los rivales que más rédito había sacado en sus últimas visitas a Vallecas, acechaba la sinfonía beethoviana en la que el cuadro de Paco Jémez había caído en los últimos días.
Por todo esto, creo que la victoria del Rayo el pasado Viernes es un pulso a la madurez y un órdago a los dudosos. Vencer, convencer, y emocionar. Eso fue lo que hizo el Rayo Vallecano. Venció con la contundencia de un grande. Madurando un partido que, en los primeros quince minutos, tenía los tintes hitchcokianos de las últimas visitas pericas. Convenció, cómo aquel que convence a un loco de que su locura es su mayor legado. Atacando, encerrando, y por momentos, asediando a un Espanyol que se veía una y otra vez desbordado. Pero sobre todo emocionó. Si, el Rayo hizo palpitar a su hinchada. Minutos de puro FÚTBOL. Auténtico y verdadero fútbol donde, por momentos, la excelencia convivía con la elegancia del que busca ser ‘dandy’ entre los’dandys’ del fútbol terrenal. [dropshadowbox align=”left” effect=”raised” width=”250px” height=”70px” background_color=”#d2eae6″ border_width=”1″ border_color=”#dddddd” ] “Convenció, cómo aquel que convence a un loco de que su locura es su mayor legado.” [/dropshadowbox]
El partido del Rayo frente al Espanyol fue un triunfo del colectivo. Un Rayo solidario, eficaz, capaz de frenar a tipos de talentos longitudinales, entiéndase por estos los Asensio, Caicedo, Víctor Álvarez etc… Pero sería muy injusto no desmarcar por encima del resto la labor de dos tipos que, pese a su corta trayectoria con la franja, van camino ya de dejar una huella imborrable en el club franjirojo. Evidentemente, me refiero a Toño y Javi Guerra. Invito a todos y cada uno de los aficionados del Rayo a poner la cara del meta en cada una de las estampas de San Pancracio que tengan en sus hogares. Toño salvó al Rayo en los inicios con un paradón a ‘bocajarro’ a Víctor Álvarez, y Toño se ganaba la puerta grande parando un penalti a Burgui en la última jugada del duelo. Decía Paco Jémez que poca veces había visto un guardameta tan intuitivo e inteligente en el uno contra uno. Yo iría un poco más allá. Creo que Vallecas muy pocas veces ha podido disfrutar de un portero tan mayúsculo como es Toño. [dropshadowbox align=”left” effect=”raised” width=”250px” height=”70px” background_color=”#d2eae6″ border_width=”1″ border_color=”#dddddd” ] “Toño y Javi Guerra van camino ya de dejar una huella imborrable en el club franjirojo” [/dropshadowbox]
Y si Toño bien merece esa nube de elogios, que decir de Javi Guerra. Actúa como el que ha devorado concienzudamente todos y cada uno de los documentales de Félix Rodríguez de la Fuente. Inteligente, silencioso, y sobre todo muy depredador. El segundo gol de Javi Guerra es de los que merece ser guardado en videoteca. Un llanto al delantero de área puro al que torpedea todo aquello que no sea perforar la portería rival. Seis goles en siete partidos, unos registros que invitan a pensar que estará en los números de Alberto Bueno. El Rayo avanza, el equipo empieza a carburar, las dudas han sido sustituídas por los aplausos. Y todo esto con un estilo que, mucho me temo, va camino de convertirse en historia viva del fútbol español. Pura vida, puro Rayo. Próxima estación: Eíbar.
Antonio Morillo (@AMorillo17)