En mis ratos libres, escasos y necesarios, me dedico a alimentar cuerpo y alma a la carrera. Por ello ayer hice en transporte público la ruta de Vallecas a IFEMA para recoger el dorsal de MAPOMA. El camino se me hizo tan largo como esta penosa travesía de la franja en primera y la distancia tanta como la que hay del colista a los puestos de salvación del descenso. No os engañéis. Uno está como el Rayo Vallecano. Me gustaría correr algún día una maratón pero solo puedo hacer 10 kilómetros y gracias. Hice el rato con mi “Diario de un imposible” y hablé en Twitter de versos con @TuitAndRoll. Mi amigo llegó a la conclusión de que lo poético sería que el Rayo ganase ayer y el domingo al Real Madrid con goles de Franco (Di Santo) para salvar de los infiernos al barrio mas antifascista y ateo que conozco. Inspiró un título que podría haber sido lírico y épico con otro orden de factores pero que en su orden definitivo provoca cierto escalofrío.
Era San Marcos, y aunque nadie me felicitó por ser algo antiguo soñé con aquel día de 1974 en el que Portugal retornó a la democracia a base de claveles en fusiles.
La revolución de los propios militares se inició con señales musicales. La primera fue la de emitir la canción que representó al país vecino en Eurovisión. Paco Jémez la intentó iniciar con nuestro jugador más musical, Pozo. La segunda señal pactada para el levantamiento de las tropas fue la emisión de una canción revolucionaria de José Afonso , prohibida por el régimen. El técnico franjirrojo colocó a nuestro líder proscrito y jugador con mas dotes para el canto, Alberto García.
El movimiento en el país luso fue un éxito, y el climax se produjo cuando Celeste Caeiro, humilde camarera que en la actualidad es una octogenaria con una escuálida pensión, no supo que hacer con unos ramos de claveles que iban a ser empleados en un banquete postergado por las circunstancias. De camino a casa un soldado, muerto de frío esperando la acción la pidió un cigarro o algo de comer y Celeste, con las manos vacías solo pudo hacerle entrega de unos claveles que terminaron entre fusiles y tanques como bello símbolo de una revolución armada pero pacífica de un país precioso, un vecino al que querer y al que envidiar de un modo sano.
Después de esto volví a la realidad y pensé qué hubiera ocurrido si en Portugal en lugar de Caetano hubiera estado Franco. No quise imaginarlo pero el Franco del Rayo nunca fue armado, fue un santo para la defensa rival. En compensación, Carriço, alma portuguesa de la zaga sevillista, ah si, que ayer el Rayo visitó al Sevilla, le hizo entrega al descanso de unos claveles que Franco (Di Santo), repartió entre sus compañeros de la zaga y el medio campo .
El resultado es conocido. La defensa rayista, agradecida por el bello presente se dedico a contemplar la belleza y franja vegetal,Alberto se contagió y cantó clavelitos y hasta un Gil como Bryan nos pintó la cara con un 5-0 que sonroja, como cuando te regalan claveles .
Paco intentó el levantamiento con tres atrás. Luego intentó invocar a Guerra pero ni por esas. El Rayo, con Franco en punta, agoniza lentamente (y nuestro portugués en el banco).
Quién lo iba a decir, solo nos queda abrir la boca como el protagonista de “El grito” de Edvard Munch el domingo contra el vecino multimillonario, ese que nos prestó un Ferrari para hacerle el rodaje y ahora nos lo quita y espetarle tras los goles de Di Santo ; “Españoles, Franco, ha vuelto” (de las elecciones mejor ni hablamos).