Entusiasmado aún con el buen rato que nos hizo pasar el Rayo Vallecano el domingo a la hora de comer llegué a casa con muchas ganas de ver partido. Tenía en mente agudos juegos de palabras con la soga como imagen y como título de una de mis películas favoritas de Alfred Hitchcock. En ella un cadáver yace oculto en un baúl empleado como mesa por sus asesinos en una reunión social. Nadie lo sabe, nadie lo imagina ni intuye salvo el profesor universitario de los macabros y mezquinos anfitriones que en sus teorías en clase elucubró sobre la raza humana y este tipo de comportamientos.
En el inmenso baúl verde que es La Liga se empieza a intuir quien es el muerto y el catedrático Jémez a intuir quienes son sus asesinos.
Porque el efecto Jémez, como dice mi amigo Abel, parece también haber muerto. Paco ha fomentado ciertas mejoras, ha trabajado lo que se puede corregir en tan corto tiempo y parecía haber hecho crecer el estado anímico de sus jugadores.
Por ratos el equipo muerde, brilla y somete al rival pero al primer golpe encajado se hunde y el bloque se convierte en un grupo de individuos en el que cada uno responde en base a su honestidad, su profesionalidad, su egoísmo o su futuro.
No hay más que análisis que ese. Ves buenas versiones de los jugadores, muy mejorados en su rendimiento y actitud que empeoran en el peor momento por ansiedad, ganas de protagonismo o falta de vergüenza.
El Rayo fue superior al Eibar en relación directamente proporcional al nivel de aguacero caído en Ipurua. Se adelantó con un buen pase de Álvaro García que RDT convirtió en una cesión para Pozo que volvió a ilusionarnos. Tener a este jugador sentado en el banco se ha demostrado una temeridad. Parecía no jugar más por ser un jugador de poco trabajo, orden y despliegue, pero en los dos últimos partidos ha dejado claro lo contrario y lo coronó con un buen remate pegado al palo (0-1).
Siguió lloviendo a mares y solo el marcador nos consoló tras la llegada del descanso en nuestro mejor momento.
El Rayo arrancó bien la segunda parte y tuvo varias llegadas tan claras que tuve un peligroso deja-vu recordando la ocasión de De Tomás del domingo. Controlaba comodamente el partido y solo tenía que estar atento a los centros laterales ADN del equipo armero , pero dejó de llover y algo ocurrió, no sé exactamente qué.
A mí lo que me pasa cuando deja de llover es que abro por fin los ojos por completo y miro al cielo. Eso le debió pasar a Tito y su compañeros , que consintieron dos toques de cabeza dentro del área tras balones “llovidos” para recibir el empate de Charles (1-1)…
Y el equipo se atolondró. Cada jugador hizo la guerra por su cuenta y asumió el que cree que es su rol en el equipo. Bebé intentó resolver. Pozo tener el balón. Álvaro intentó desbordar. De Tomás rematar. Alex Moreno jugar de extremo…
El problema de planificar mal o no organizar una plantilla es este. Aquí habréis leído bondades sobre el zurdo lateral catalán, pero cuando un jugador sabe que no tiene sustituto se permite ciertas confianzas.
Bajar a defender al trote cuando sabes que tu compañero de banda no es un dechado de virtudes defensivas no es solo una temeridad, sino una irresponsabilidad digna de grada en las circunstancias actuales del Rayo.
Moreno lo hizo, José Ángel vio el agujero y lanzó a Pedro León, que aprovechó la ternura de un Bebé para batir fácil a Dimi. (2-1).
El 7 del Rayo sabe que jugará salvo que Paco se tire la manta a la cabeza. No parece que lo haga si quiere dirigir al equipo en segunda. Tampoco parece que Alex dada las circunstancias mantenga el cartel y el caché que tenía al subir su equipo a primera por lo que su salida no generará pingúes beneficios.
Podéis llamarlo “Kill your Idols”, pero este derroche ofensivo que nos ascendió ante el Lugo ahora casi nos termina de condenar al descenso.
Llegaron los cambios. Ahí se vio lo que tenemos y lo que hay. La expulsión ridícula y postrera de Di Santo el domingo nos dejó sin puntas y parece que Jémez no quiere amortizar al otro Moreno al que podría necesitar el año que viene, por lo que alineó a Javi Guerra al que se le está haciendo un plan de pensiones inaudito.
Luego entró Kakuta que pareció querer lucirse empatando de falta y luego en la acción mas sencilla centró de un modo tan malo en un jugador de su nivel técnico que pareció tomarse venganza de todo lo acaecido en invierno y facilitarse su éxodo en verano.
Embarba no tuvo tiempo, el Eibar controló la situación, y el Rayo pudo empatar en el último apretón, pero la ansiedad jugó en contra de Mario Suarez.
Parece que Paco ya ha abierto el baúl y encontrado al cuerpo inconsciente, terminal . Queda ahora debatir si merece la pena darle al enfermo una muerte digna o debemos seguir intentándolo exponiéndonos a un dolor y sufrimiento insoportable.
El domingo viene el Valencia a Vallecas, quizá el equipo más en forma de La Liga a darnos la extrema unción, pero quizá derrotar a Marcelino sea para Paco, el Rayo y su afición el mejor desfibrilador.
Como diría Rafael Simancas, la esperanza es lo último que se pierde.