Con la Virgen del Carmen de resaca tras celebrar su día sola, entre cuatro paredes, sin una mísera bengala naútica, ni siquiera una botella de ron, confinada y yerma de olor a mar y tacto de salitre, el Rayo Vallecano recibía a la U. D. Las Palmas en la penúltima oportunidad de disputar la fase de ascenso a primera y con ello de entonar “La vida Pirata”. Parecía posible con un rival lleno de grumetes, con un capitán y un práctico “amigos” que habían formado parte de la tripulación del Santa Inés.
No fue así.
La armada franjirroja salió como es habitual al abordaje con solo tres hombres en la zaga. Tras un asedio con mezcla de bolas de cañón y balas de fogueo consiguió adelantarse por medio de Joni Montiel, el mas inesperado de los corsarios. (1-0)
El Rayo es ese Magnum de cava o champán que se agita violentamente y se lanza contra un navío o embarcación. Parece compacto y duro pero en cuanto logra el objetivo y “bautiza” al barco en cuestión explota, pierde todas sus burbujas y se vacía. Así ocurrió, una vez más, en la noche vallecana. Un centro al área local es defendido por Tito (marinero con miles de millas en su haber) sin mirar ni saber donde está el balón y con los brazos peligrosamente separados del cuerpo. Esa actitud en el Rayo tiene un magnetismo especial, el desgraciado, el de la revisión del VAR y el penalti en contra. El máximo castigo lo anotó Rubén Castro, no hay peor cuña que la de la propia madera, para hacer el 1-1.
Superado el descanso el Santa Inés hizo un amago de abordaje y el portero visitante sacó la bandera blanca. Falta al borde del área, Trejo juega al engaño y sin disparar al ángulo engaña a Valles, que no ve el balón salir y se lo come. (2-1).
Pareció la tormenta perfecta. En menos de cinco minutos el Rayo se adelantaba, el Fuenlabrada hundía al Elche que no conseguía, siendo el mas cercano a ella llegar a la orilla, y Las Palmas quedaba mas que nunca tierra de nadie , haciendo honor a su condición de isla. Remando un poco más se podía alcanzar el play-off y todos mirábamos ya a la capital del cinturón rojo madrileño sabedores de que los de Sandoval podrían estrellarse en el Faro de Hercules al intentar abordar A Coruña. Qasmi estuvo a punto de sentenciar pero el nueve, que cumple perfectamente todas las labores de intendencia de un delantero centro menos la principal que es marcar goles, vio como su cabezazo se marchaba rozando el palo.
Paco Jémez se puso a pensar . Sus cambios,que mas que sustituciones o mensajes en una botella son gritos para quien quiera oírlos dieron fe de ello. Si en el descanso se marcó un “Más madera” reemplazando a Joni Montiel por Andrés, sacó del campo un cuarto de hora después a Isi, algo cansado para introducir a Mario Suarez. Su idea debía ser defender con el balón y mantener alejados a los amarillos de su área. Durante unos minutos funcionó hasta que el entrenador local movió de nuevo ficha. Poco antes de la pausa de hidratación Paco no hizo un cambio,ni mandó un mensaje ni gritó al cielo. Contrató una avioneta con una pancarta amarilla canario para surcar el cielo del estadio que rezaba “AHORA LAS PALMAS AHORA”.
La sustitución fue una invitación a sus mas ventajistas críticos, esta vez lo puso en bandeja. El entrenador rayista fue criticado también aquí por no cerrar los partidos, por dejar al equipo expuesto en situaciones ventajosas , por ser a veces valiente y arriesgado en demasía pero ayer quiso ser prudente y no lo consiguió. Quiso restablecer la línea de cuatro zagueros y miró al banquillo. De Saveljich no quiso saber nada y de Velázquez tampoco. Conteniendo la respiración puso a Advincula. Cuando uno se traiciona, lo paga.
Luis Advincula pareció jugar su último partido con la franja en la primavera de 2019 en San Mamés, autoexpulsándose y clavando la tapa del ataúd del Rayo en primera pero alguien decidió hacer negocio y la cagó, intentando especular no con un bien inmueble sino con uno demasiado volátil. Jemez, que pareció no quererlo ni volver a ver , le quiso dar la oportunidad de resarcirse. Madre mía.
Llegó la pausa de hidratación y Pepe Mel debió decir a los suyos que disfrutaran, que jugaran y lo intentaran , al fin y al cabo no había nada que perder. Se pusieron a ello sin presión ni maldad, pero aquello se convirtió en una marejada de pelotazos locales sin sentido, de salidas en falso del portero franjirrojo, en una película de terror en la que todos los aficionados rayistas se temieron lo peor e intentaron hacer acopio de cirios en favor de la Virgen del Carmen, reforzándola con plegarias a San Ramón Nonato, a Nuestra Señora del Perpetuo Socorro y a todos los santos prometiendo recuperar la fe en el Rayo y a dejar el ateísmo actual si terminaba el partido sin novedad.
Rubén Castro tuvo la oportunidad de empatar , pero pareció querer darle una segunda oportunidad a la franja y lanzó sin rubor el balón a las nubes.
De muy poco sirvió tener en el campo un campeón de liga como Mario Suarez unido a Comesaña para manejar el balón y resueltos ambos a competir en lentitud , uno por desidia y el otro por ansiedad.
De poco sirvió la experiencia internacional de Luis Advincula, que en fiel reflejo de la temporada de este club descabezado fuera y dentro de la cancha se olvidó del lema del club “Valentía, coraje y nobleza”. Comido por sus propios nervios, miedos y fantasmas metió el pie dentro del área en un regate a ninguna parte y concedió esa pena que a muchos impidió el sueño, no el de ascender sino simplemente el de dormir.
De nada sirvió al portero local, un profesional de esto, detener mas de un penalti y ver con desesperación que es repetido por adelantarse. Rubén Castro pareció de nuevo ser un amigo y lanzó rematadamente mal pero Stole le robó sin querer al Santa Inés la victoria adelantándose esta vez de un modo milimétrico. Tras un minuto en el que el televidente local soñó con que se hubiese estropeado el VAR este avisó al trencilla y el colegiado ordenó, resignado, la repetición del máximo castigo. Rubén Castro con cara de ¿Porqué me hacéis esto? se vio obligado a anotar el empate (2-2).
Hecho un manojo de nervios y bloqueado por la ansiedad el Rayo lo intentó y Juan Villar tuvo la ocasión pero, no le culpo, se precipitó y remató muy lejos del gol redentor. Las Palmas pudo incluso ganar pero Castro no quiso hacer más daño.
Este barrio, en el que el agua salada solo se puede ver en el humilde plato de pasta o arroz de una familia promedio cuenta para orgullo de ateos y seguidores de la Virgen del Carmen con un Puerto de Mar, una Cofradía Marinera y unos Bukaneros que integran a todo aquel que quiera y necesite amistad y solidaridad. También con un buque franquicia lleno de marineros de agua dulce. Lástima.