OPINIÓN
La primera vez que fui a Vallecas me llevó mi abuelo, tenía 13 años y a él le hacía ilusión que conociese a su equipo. Yo, aquel crío, me senté, miré y ante mí, Cobeño marcó de portería a portería. Ese fue el primer gol que yo vi en toda mi vida en Vallecas. El 24 de mayo de 2009. Entendí de golpe, claro, que en este equipo pasan cosas absolutamente inexplicables. Y mi abuelo, con sólo una mirada, me regaló una especie de “jamás le busques el sentido a esto, es una locura…”. Tal fue así que el Rayo, el día que su portero fue capaz de hacer el 1-0 con una volea de 80 metros, se dejó remontar y acabó perdiendo. El mayor sabotaje de la historia.
Llevo 8 años cubriendo la información del Rayo Vallecano. Desde que, aún cursando bachillerato, entré en un humilde medio llamado DeporteyOcio, con el que pisé mis primeras ruedas de prensa. Ahora lo recuerdo y pienso… Qué inocente era, pero qué valiente también, si me permiten la licencia. Porque ahí estaba, sin miedo, con 17 años y entre gente que se presentaba con cartas brillantes como AS o Cope. En Vallecas he visto de todo, tres ascensos, un 0-7 del Barcelona, cómo quitaban ‘las jaulas’, a Mägo de Oz cantando en un descanso… ¡Y hasta a Nery Castillo casi llegar a las manos por querer tirar un penalti perdiendo 1-5 contra el Villarreal! También el Tamudazo. El Tamudazo. Pues oigan, lo de anoche en el barrio no lo había vuelto a vivir desde el 13 de mayo de 2012. Aquella tarde, contra el Granada, salió cara. Ayer cruz.
Y da igual. Ni el fútbol ni la vida son un cuento de hadas, y de eso en Vallecas se sabe de sobra. De crudeza. Pero no importa. Si no estuviste ayer en el barrio, permíteme que te lo intente contar. Seas del equipo que seas, incluso si no te gusta el fútbol, ojalá hubieses visto las caras de los niños. Su ilusión. Las miradas de los padres, de los abuelos, de los jóvenes. Ojalá hubieses visto cómo la gente que no iba al estadio, pero veía una camiseta del Rayo, gritaba: “¡Vamos, vamos!”. Qué pasada, cuánta ilusión. Y todo por un partido de su Rayo. Qué bonito es el fútbol cuando consigue que miles de personas se olviden de sus problemas y simplemente sueñen. Que fantaseen con vivir una final de Copa. Ya no ganarla, qué va, eso era hasta secundario. El deseo era jugarla, vivir esa experiencia.
Miren, hace poco más de un año el Rayo perdía 0-1 en casa contra el Tenerife (zarpazo de Fran Sol). Quién le iba a decir a usted, rayista, que 368 días después iba a estar así, pensando en que a lo mejor Trejo recibía la Copa de manos de Felipe VI y la levantaba al cielo de Sevilla; ese póster iba a estar en la habitación, el salón y hasta el baño de muchos. Y como poco, un par de semanas colgado en el Ayuntamiento. Ayer Vallecas se despertó, trabajó y enfundó sus Franjas pensando que podía jugar una -puñetera- final de Copa. Párense y piénselo con detenimiento. Pero cómo no iban a estar locos esos vallecanos, locos de remate. Pero el fútbol, cuando alcanza esos niveles de locura, es precioso.
Pasear por el barrio a las 20:00h era indescriptible. Una sensación de confraternidad entre vecinos, amigos y hasta simplemente compañeros de pasión que yo, personalmente, no había visto jamás. Las miradas cruzadas en el metro, esas que no se dicen nada por timidez pero al mismo tiempo se están diciendo de todo: “Puff, a ver si tenemos suerte”. Los abrazos en el corteo hasta Payaso Fofó, el furor en el mercado de Nueva Numancia, “qué pasada…”, le dijo un policía a servidor, por lo bajo, mientras tomaba una fotografía. Fue alucinante de principio a fin. El estadio en pie durante casi media hora por los nervios, los aficionados saltando sobre el vestuario visitante durante todo el descanso, animando. El rugido con el gol de Álvaro García, impresionante. Cuántas cosas.
Y cuánta gente habrá amanecido afónica hoy. Y tocada. Porque el resultado fue un revés doloroso, un jarro de agua fría en pleno rostro cuando disfrutabas de ese sueño que te gustaría que fuese para siempre. La moneda salió cruz. Y da la sensación de que muchos han dejado de creer. Que han entregado las armas del “a las armas”. Que lo ven imposible. ¿Y por qué? ¿Por qué no se va a poder ganar en el Villamarín? El Rayo ha ganado 13 partidos esta temporada. ¿Por qué no va a poder ganar uno más? “Es que el público allí apretará mucho, el equipo baja fuera de casa y el Betis es una máquina…”, sí, todo eso es cierto. ¿Y? ¿Acaso el Rayo no hace a veces cosas inexplicables? ¿No lo hizo en Montilivi?
Esta Copa ha sido un regalo maravilloso para miles de personas. Algo inolvidable. Vallecas ya ha ganado, porque ha sido tan bonito vivir una experiencia así, que recordar la noche del 9 de febrero de 2022 siempre sacará una sonrisa a muchas personas. Y eso ya nadie se lo podrá quitar. Haya una Franja en La Cartuja o no, lo más emocionante de esta Copa ha sido la ilusión que ha despertado en tantas y tantas familias. Lo feliz que ha hecho a miles de personas. Lo que ha hecho soñar. Mi abuelo me diría que perder, en la vida, a veces es inevitable, pero rendirse es una decisión de uno mismo.