Cuando el verano se asienta llega el crujir de dientes. Se trata de pasar la ITV y zas, verte de repente tumbado en la arena de una levantina playa atestada de camisetas del Madrid y del Atleti. Yo soy el que completa la decena con la zamarra del Rayo Vallecano.
Desde hacía meses mi coche, suficientemente sano para llevarme de un sitio a otro sin alardes, presentaba un golpe en una puerta tan evidente que no pasaría una revisión a conciencia. El caso es que la llegada del virus me abrió una a la esperanza. No habría playa pero si más tiempo para arreglar el utilitario. Imaginaba que el Estado de Alarma duraría más tiempo. No podía llevar el coche al taller pero nadie podría, los plazos de la ITV se ampliarían y habría más tranquilidad para hacer la puesta a punto y la chapa y pintura.
Se acabó el Estado de Alarma y con él el margen para arreglar los daños. Cambiadas las ruedas traseras y hecho el cambio de aceite la cosa pareció mejorar algo (victorias ante Albacete y Fuenlabrada) pero el golpe seguía ahí (regalos ante Cádiz, Depor, Sporting).
Aquel bolardo cercano a casa (fijación de marcas de Saveljich y Catena) ponía en riesgo todo. Para más inri la fecha de caducidad de mi ITV, fuera de las fechas de excepción, obligaba presentar el vehículo a revisión sin mas demora. No tuve más remedio que dejar el coche en el taller. Allí me dieron una noticia buena y una mala. La buena era que lo había entregado justo en plazo para poder justificar el retraso ante los inspectores aunque tendría que llevarlo a revisión recién saliera del taller. La mala que estaría sin auto un buen tiempo.
No quise contar este secreto para no ser el más odiado del barrio, pero con el coche guardado en el taller al Rayo le faltó chispa y arranque, careció de aceleración y por supuesto de velocidad para imponerse a Alcorcón y Málaga.
Una semana después del depósito llegó la recogida, justo a tiempo del Zaragoza-Rayo. El coche estaba limpio, brillante diría yo, pero no sabía si pasaría la ITV. Con partidos cada tres días no daba tiempo a saber si algún problema inesperado de los que siempre surgen cuando un auto sale de un taller.
No sé si lo he dicho pero odio pasar la ITV. Me ataco, me azaro, me azoro, me olvido donde están los antiniebla, cómo abrir el capó. Presento los papeles bien en área contraria como De Frutos y Qasmi, pero tardo treinta segundos en encontrar la palanca para que el inspector revise el motor, me quito el cinturón para llegar, el tipo me mira mal, se gira, apunta algo y gol del Zaragoza (1-0).
Esta ITV iba a ser dura pero el Rayo no se amilanó. Giró la llave de contacto y tiró de intermitentes (Alvarito y Jorge), puso luces de posición, encontró a Trejo que deshizo la niebla y por fin, al terminar la primera parte del examen tocó estruendosamente el claxon gracias a Juan Villar que estrelló contra las redes un balón llovido del asedio franjirrojo. Poco antes el inspector vio un faro rajado (llamado Mario Suárez) pero lo consideró , ante el estupor general, falta leve, por lo que la revisión continuó y el toque de corneta fue un golpe demasiado duro para la moral de los locales (1-1).
Tras el receso, alguien cambió el faro rajado por uno de peor calidad pero en mejor estado. También el intermitente trasero derecho por uno igual de malo pero con mayor velocidad de reacción. El Rayo vio mejor y el camino estaba señalizado. Una apertura perfecta de Óscar Valentín a De Frutos hizo que este cambiara de marcha, acelerara y pusiera el balón a Villar que adelantó al Rayo (1-2) . Los de Jémez tuvieron un espasmo de esos que le convierten por diez minutos en la naranja mecánica, el Brasil del 70, el Barça de Guardiola y el Milán de Sacchi. Mi hijo dice que es como cuando SuperMario coge supervelocidad en una partida de Mario Karts, sirve para ganar pero dura poco. Esta vez sirvió. En pleno dominio el fichaje mas caro en la historia de la Agrupación decidió hacer lo que se esperaba de él, ser rápido, astuto, habilidoso, decidir bien y marcar la diferencia. Álvaro García aprovechó un horroroso pase de Atienza, lo regateó y con su pierna mala puso el balón pegado al poste de Christian Álvarez que puso, pobre, la misma cara que cuando defendía el arco rayista. Aquello parecía que sería una goleada y los jugadores del Santa Inés también lo creyeron, atacando sin freno buscando no se qué, dejando espacios como el Liverpool a la desesperada contra el Atlético, llegando tarde a cerrar como Valentín, el faro de recambio, dejando solo a Catena con Puado al que no llegó ni a agarrar en su carrera, cerrada con calidad para superar a Dimi (2-3).
El inspector volvió a mirarme mal y apuntar algo y tuve miedo. Paco retiró al goleador Villar y a De Frutos, la mayor amenaza y sentí pavor. Cuando Jémez situó a Emiliano Velázquez en cancha todos sentimos alivio. El Rayo al fín se cerró, perdió tiempo, dio patadas e intentó salir a la contra, vaya, lo que hacen los equipos cuando van ganando por la mínima y se lo juegan todo.
Cuando Trejo decidió redondear su masterclass de lunes acompañando la galopada de Isi para sentenciar la victoria en Zaragoza (2-4) el inspector se encogió de hombros y enumeró una lista de defectos leves. Tienes que arreglar esto, lo otro, lo de más allá pero por lo demás todo en orden a día de hoy (sonrisa maliciosa). Pues ir a la oficina con tus tres puntos y recoger la hoja y la pegatina.