Guarden las botellas de champán, o dénselas a Bolo. El Rayo llegaba como un tiro a El Toralín y se marchó con una señora cura de humildad. Probando el amargo sabor de la derrota. Es la lectura simple de un partido con muchas lecturas. Iraola se equivocó en la alineación (sentó a Mario, Velázquez y jugó sin referencia arriba, sin Qasmi), el equipo volvió a vivir esos minutos de desconexión que le hicieron tanto daño en otras temporadas y hasta Morro, que se estaba ganando una estatua junto a la Asamblea, se marchó sembrando dudas.
Fue un partido de esos que ponen todo patas arriba. Si es que hubo partido en algún momento… Probablemente en los primeros compases, cuando el Rayo manejaba la pelota y rondaba sin garras el arco de Caro. Pero poco más. Iraola le había sacado brillo a las cuatro siglas de este barrio (ADRV) y alguno llegó a vislumbrar que esta temporada sería fácil. Pero la Segunda División de baldosas amarillas tiene poco.
El show empezaría sobrepasado el ecuador de la primera parte. El primer gol llegaría a balón parado: Sielva disparó con la derecha por encima de la barrera y la puso donde no llegan los porteros. Segunda jornada consecutiva que el Rayo encaja de disparo de falta. Se enciende una tímida luz roja. Pero ese tanto podía tener justificación, fue un buen gol. No la tuvo el segundo.
Valcarce controló un balón en el costado derecho y, prácticamente sin presión, disparó con potencia abajo. El chut salió duro pero muy centrado; parable, vaya. Pero Morro en vez de sacar el pie derecho se lanza en escorzo y se come la parábola. Error del portero. Con la franja contra las cuerdas soltaría Paris un derechazo desde 25 metros para ponerla en la escuadra y desatar la locura local. El nuevo Rayo se estaba vistiendo del viejo.
Iraola había declarado en rueda de prensa que, como no había tenido pretemporada, los experimentos los iba a tener que hacer en los primeros partidos de la temporada. En este sentó a Mario, Velázquez y Qasmi para dar entrada a Advíncula, Saveljich y Andrés Martín (como nueve). Pues el primero sólo duraría 45′ y el último, 60′. Hizo una revolución el técnico que se podría llamar “si algo funcionaba, por qué (carajo) lo habré tocado”. Entraron de golpe Mario, Qasmi y Montiel. El equipo mejoró.
Isi, cumplida la hora de partido, forzó un penalti tras una entrada de Jac, pero esa acción de pena máxima tenía poco. El lateral toca balón y le saca el cuero con suficiente limpieza. El VAR avisó al colegiado que echó su decisión para atrás. Mató el ritmo la Ponferradina, como debe hacerse en estos casos. Posesiones largas, no exponerse a cometer errores y finalizar jugadas. Así está escrito en la Biblia de este deporte.
Qasmi la tuvo en un mano a mano, pero se topó con la bota de Caro (la acción fue posteriormente invalidada por fuera de juego). Achucharon los vallecanos a sabiendas de que era un milagro, pero buscando al menos la honra. No llegaría. Ahogados ante el orden de los de Bolo se acabaron consumiendo. Mucha posesión, pero poca verticalidad.
Decía Santi Comesaña en una entrevista para este medio que había que tener calma, que “sólo han sido dos victorias”. No le faltaba razón. El Rayo de Iraola cayó en El Toralín y tocó por primera vez el lodo de la derrota. De momento es un tropiezo y no saltan las alarmas, pero la cita del sábado que viene ante el Málaga coge importancia para recuperar sensaciones. Iraola se pensará un poco más si sentar a Mario, Trejo o Qasmi. Y el nuevo Rayo deberá demostrar que del viejo tiene poco. O nada.