
Tanto los aficionados al fútbol, como los periodistas y, sobre todo, los propios protagonistas (jugadores, entrenadores, directivos, etc.) hemos hecho tremendamente habitual el discurso aquel de “nos enfrentamos a un rival de nuestra liga” o “ahora comienzan los partidos de su verdadera competición”.
Esto sucede mucho más en los equipos humildes que, tras haberse enfrentado a alguno de los grandes conjuntos del campeonato, juegan a la jornada siguiente contra un rival que por posición clasificatoria, objetivo prioritario de la temporada o por parecido tamaño económico-mediático, están a su misma, o cercana, altura.
La pasada semana, en la previa de que el Rayo viajase a Vigo, me cansé de oír lo de que el Celta era un rival de la Liga de los franjirrojos. Y, sí, era cierto, pero desde el inicio de temporada (como el año pasado con el mejor Rayo de la historia) los miembros de la plantilla rayista son los que menos usan esa coletilla y, de la mano del míster Paco Jémez, prefieren tirar del partido a partido y dejar que la competición decida cuál es la Liga en la que acabará compitiendo el Rayo.
Evidentemente, por presupuesto, por historia y por modestia el Rayo siempre tiene que partir con el objetivo de salvar la categoría en Primera División, pero no siempre se ha llegado a la última jornada con el agua al cuello y con la necesidad de un Tamudazo. Ni mucho menos. Y si tiramos de la valentía, el coraje y la nobleza (junto con el ADN de este Rayo de Jémez) quién sabe que puede pasar pese a que ahora los rayistas vean a su equipo en la parte más baja de la tabla clasificatoria.
Debo admitir que estas ideas me vienen ya de mi época de estudiante. Como nunca fui una mente privilegiada, ni tampoco un zoquete sin remedio, siempre optaba por esforzarme al máximo a la hora de hincar los codos y, después, que me acompañara la suerte en el examen.
Es decir, no iba ni a por el cinco o el notable, ni tampoco a por el sobresaliente. Daba lo mejor de mí que, dependiendo la asignatura, el profesor o de lo inspirado del día, podía acabar con un nueve en lengua, un aprobado raspado en geografía e historia o, alguna que otra vez, un cuatro en matemáticas.
Y lo mismo le está sucediendo a este Rayo que ha sido capaz de merecer (al menos) empatar con el Real Madrid, acongojar al Valencia en Mestalla, ganar a domicilio al Almería o…salir castigado ante el Real Valladolid, Osasuna o Málaga. Pero con un eje común: siempre basándose en su estilo.
Así que espero que los futbolistas del Rayo sean más aplicados que yo (en especial en las matemáticas para sumar de tres en tres cuantas más veces mejor) y demuestren en esta ajustadísima Liga de la mitad para abajo que, como hicieron en Vigo, ellos pueden progresar adecuadamente.
