LA ESCUADRA
¡Que no panda el cúnico! Que titular más poco serio… en fin. Quitémosle dramatismo a no estar líderes, que más nos hubise gustado el año pasado estar donde estamos ahora, respirándole en el cogote al que va en cabeza.
Tengo fijada en la memoria como su fuese ayer la sensación cuando un equipo de la talla del Sporting visitaba vallecas hace unos pocos meses. “A ver si nos meten pocos…”, “a ver si hoy por lo menos corren…” y un largo etcétera, comentarios habituales en las gradas de Vallecas. Ahora no, ahora somos los fuertes, ahora somos los temidos.
Ayer dijo Alberto, el capitán, una frase que me parece clave: “el equipo sabe estar en esta situación”, y eso es lo mejor de este Rayo, que se sabe importante. Partidos como el del domingo hubiesen acabado en derrota en otros tiempos, y eso es lo que de verdad da valor a este conjunto que ha creado Míchel desde las ruinas más ruinosas que se recuerdan.
El empate frente a los asturianos tiene mucho valor, y más si nos quedamos con que Trejo, el mejor jugador de la categoría, fue una sombra de sí mismo. Menos mal que ahí estaba Fran Beltrán para tapar las carencias de todos sus compañeros. El canterano, una suerte de 3 en 1 o de masilla arreglatodo, vale igual para un roto que para un descosido. Qué manera de pelear… qué manera de dejarse todo por unos colores.
Y es que parece que cuando uno está mal, ya está otro para hacer su mejor partido. Si falla Dorado, ya está Alberto para salvar al equipo; si Unai no tiene el día, ya aparece Raúl de Tomás para poner el empate con un cabezazo… Y a lo tonto van cuatro partidos sin perder con ocho goles a favor por tan solo dos en contra.
¿No notáis ese olor? Es el de equipo grande, el de equipo que hace un mal partido y saca puntos, el de equipo que confía en sí mismo. ¿Notáis el olor a ascenso? A mi me viene el tufillo, que queréis que os diga, pero da miedo solo de pensarlo, no vaya a ser que se gafe todo. Por el momento, a seguir disfrutando de un Rayo que por fin tiene una identidad, por fin sabe a lo que juega y por fin hace honor a su historia (al menos sobre el césped).