Hay un ciclo interminable en Vallecas. Otra vez el descuento, otra vez el descuento, otra vez el descuento. Y otra vez Martín. Cuando todo parecía controlado, el central cometió un penalti que condenó a la franja y resucitó viejos fantasmas. Ya es un trauma.
El partido arrancaba bonito. Hay cosas que pasan tan pocas veces en la vida que hay que disfrutarlas, son como estrellas fugaces, detalles que, si parpadeas, te los pierdes. Y que no puedes perderte. Los rayistas que fueron a Vallecas vieron, nada más ni nada menos, que a Bebé marcando uno de esos trallazos que intenta 30 veces en cada partido. Y eso es algo que nunca olvidarán.
El Rayo sonreía y Bebé espantaba viejos fantasmas. Los suyos, por quienes le catalogan de ‘escopeta de feria’ cada vez que prueba un chut a larga distancia y, sobre todo, los del equipo, que aún sanaba la herida del empate en el Fernando Torres ante el Fuenlabrada el pasado domingo.
Jémez volvió el 4-3-3 habitual y se dejó de experimentos. Alineó en la medular a un inédito Mario Suárez-Comesaña que dio frutos y puso en banda a un Bebé poco habitual. Pero muy activo y participativo.
El portugués soltó un latigazo en la primera parte a la salida de una falta ante el que nada pudo hacer Dani Jiménez. Era el prólogo de un casi buen partido franjirrojos. Los vallecanos mantenían la posesión, mandaban y apenas sufrían atrás. Lo que llegaba, lo salvaba un buen -esta vez sí- Dimitrievski.
Comesaña amplió la distancia en la segunda parte a pase de Embarba, pero el VAR le anularía el tanto por fuera de juego. Lo era, no hay discusión. El Rayo quiso dominar, seguir atacando y defendiendo con el balón, no quería encerrarse como en partidos anteriores, pero lo hizo. Quería espantar fantasmas. Y no lo hizo.
No se mostró una solidez defensiva espectacular, cierto y más que notorio es. Pomares, con un zapatazo a la madera, enmudeció al estadio por unos instantes. Se salvaba la franja, que perdonó el segundo, para variar. A la contra el Alcorcón sufría y arriba había dinamita y pólvora, pero toda ella mojada. Tocó sufrir para respirar.
La victoria, por lo legal o por lo criminal, parecía agarrada, pero ni mucho menos. Otra vez Martín y, otra vez, el descuento. Penalti del canterano que desataba la incredulidad en Vallecas. Desde los 11 metros empataba Stoichkov.
La imagen es desastrosa, por tramos no lo fue, pero lo es en su conclusión. Martín es una apuesta personal de Jémez, él mismo lo reconoce abiertamente, pero hay apuestas que no funcionan. Y esta no está funcionando. Próxima cita, el sábado, en Elche. El Rayo cogerá el autobús envuelto en lo que ya es un trauma. El descuento. Siempre el descuento.